AVATMA contesta al alcalde de Valencia, Joan Ribó

   AVATMA CONTESTA AL SEÑOR RIBÓ, ALCALDE DE VALENCIA: INFORME TÉCNICO VETERINARIO SOBRE LA LIDIA A LA PORTUGUESA Y LAS LIDIAS INCRUENTAS O SIN SANGRE

El día 14 de marzo diversos medios de prensa se hacían eco de unas declaraciones del alcalde de Valencia, Joan Ribó, pronunciadas dentro del marco «Fórum Europa» con respecto a los espectáculos taurinos. Decía el señor Ribó que hay que trabajar para que en España se celebren «corridas de toros a la portuguesa», es decir, sin la muerte del animal.

En Portugal las lidias a pie -es decir, al estilo clásico español- prácticamente no se celebran, porque está prohibida la muerte pública de los animales, y en los lugares en que se hacen como excepción, se mata a los toros como se hace aquí, saltándose la reglamentación al respecto. La lidia a la portuguesa es en realidad una lidia a caballo, bastante diferente al rejoneo que se celebra en España. Incluso los utensilios que se utilizan para herir son diferentes a los que se les clavan a los toros y novillos en los espectáculos de rejones en nuestro país. Por ejemplo, en Portugal no se usan los terribles rejones de castigo que miden 15-18 cm y que hacen el mismo efecto en el animal que las puyas, y tampoco se emplea el llamado rejón de muerte, una espada que tiene un cubillo de 10 cm, y hojas de doble filo de 60-65 cm. Además, las banderillas que se utilizan en España, miden 6 cm. Allí se les clavan a los animales lo que se conoce como farpas, banderillas y rejones. En todas ellas la parte del arpón que se inserta en el lomo del toro mide 4 cm, variando únicamente la longitud de la vara a la que van unidas.

Si bien es cierto que no hay muerte pública en los ruedos de Portugal, los animales utilizados en ese tipo de festejos padecen un enorme sufrimiento físico y emocional previo a su muerte, que se produce fuera de la vista de los espectadores.

Antes de ser lidiados, todos los animales son sometidos a la manipulación de sus cornamentas, ya que se les amputa una parte de la punta de sus pitones y se les colocan unas fundas de hierro y cuero (lo que allí se conoce como “embolado”) para evitar los daños a los caballos de rejoneo y a los forcados que también intervienen en las lidias. Los forcados, en número de 8, inmovilizan al animal, en un simulacro de lo que sería la derrota del toro, marcando el final del festejo y la salida del animal de la arena de la plaza. Este tipo de manipulaciones de los pitones son sumamente dolorosas y estresantes para estos animales, y así se reconoce en estudios científicos publicados entre otras organizaciones por la FAWEC (Farm Animal Welfare Education Center). En la lidia a caballo en España los toros y novillos que se utilizan son despuntados, aunque no se les embolan sus defensas. La disminución de la longitud de los pitones provocan frustración en estos animales, ya que no podrán medir las distancias adecuadamente y por tanto encontrarán una gran dificultad por obtener resultados positivos en sus embestidas.

Una vez finalizado el festejo en Portugal, y debido a que los toros y novillos debían morir en el matadero y no en la plaza, según marcan sus reglamentos, la mayoría de ellos pasaban muchas horas e incluso días en los chiqueros del coso taurino o en el camión de transporte antes de ser enviados a las salas de sacrificio. En esa espera se les arrancaban las farpas, los rejones y las banderillas en vivo, provocando en ellos un enorme sufrimiento. Esta situación se quiso cambiar, autorizando la muerte de los animales -siempre que se tratara de plazas de primera categoría (las menos)- en la misma instalación en la que eran lidiados. Parece ser, y así nos lo confirman por parte de las asociaciones antitaurinas portuguesas, que nada ha cambiado, y los animales siguen padeciendo la cruel situación que hemos descrito esperando ser trasladados al matadero.

Independientemente de que la muerte de estos animales sea en público o sea en privado, el maltrato existe, así que, señor Ribó, este tipo de modificación que usted propone, no lo va a impedir. Los animales seguirán sufriendo tanto física como emocionalmente.

Quizás usted se esté refiriendo, aunque debería aclararlo, a eso que se ha denominado «lidias incruentas», es decir, sin sangre. En estas lidias, que como bien se dice, se han celebrado en algunos países de América Latina, no se provocan heridas, es decir, no hay tercio de varas, ni de banderillas, ni de muerte, y las diferentes suertes son simuladas. Este tipo de espectáculos se han llevado a cabo también en algunos lugares de Estados Unidos, y se programaron en la plaza de toros de Colombia (Bogotá) y Perú. En todos los casos el fracaso fue estrepitoso. A los taurinos no les interesan esta clase de festejos, y a los veterinarios de nuestra asociación, tampoco. El maltrato animal no desaparece por no herir a los toros y novillos, y tampoco por no darles muerte pública. Podremos admitir que determinadas sensaciones dolorosas que se producen en la lidia clásica a pie o a caballo, por el uso de los diferentes instrumentos hirientes, desaparecerían. Pero esta variante que usted propone no dejaría de ser un espectáculo cruel en el que se utilizan animales por puro divertimento, justificado en base a la tradición y a su legalidad.

Son muchos los estudios que demuestran la inadaptación de los bovinos de lidia a los espectáculos en que son utilizados; aunque seguramente, como el mundo taurino afirma, estos animales no tengan otra utilidad, lo que no justifica su maltrato.

El sufrimiento emocional en forma de sensaciones de miedo y de temor de unos animales gregarios y rumiantes, como son estos herbívoros, está demostrado científicamente y es innegable, aunque no se les produzcan heridas con armas punzantes y cortantes. También está demostrado el padecimiento físico de los músculos implicados en la locomoción que intervienen en el apoyo, en la extensión y retracción de las extremidades anteriores, en la acción fijadora y enderezadora del raquis, en la tracción y protracción de los miembros pelvianos y en la suspensión del tronco; músculos que no resultan heridos en la lidia convencional a pie ni en la lidia a caballo por las diferentes armas que se utilizan.

Este tipo de lesiones están descritas en estudios anatomopatológicos publicados en diferentes revistas y firmados por veterinarios. El sufrimiento físico a nivel muscular se demuestra por las altísimas elevaciones de enzimas como la CPK (indica severidad del ejercicio y daño muscular), la LDH (indicador de lesión muscular), y la AST (indicadora de sobreesfuerzo), además del cortisol y de los llamados opiáceos endógenos (en los casos de las lidias incruentas se elevarían por el estrés, por el sufrimiento muscular y las lesiones de los músculos, la acidosis metabólica, la hiperglucemia, el hambre y la sed, y la hipoxia). También se describen en estos animales los problemas que les origina la acidosis metabólica o lactacidemia (parámetro inequívoco de sufrimiento en los bóvidos) que se produce por un descenso del pH de su sangre y tejidos como consecuencia del acumulo de lactato, debido a la incapacidad de generar energía a través del oxígeno por la tipología de sus fibras musculares, que son, en su mayoría, de contracción rápida. También se reconoce en diversos estudios científicos la presencia de altos niveles de dióxido de carbono en las gasometrías que se les han realizado, que les provoca una respiración acelerada (taquipnea e hiperventilación) con la boca abierta y la lengua fuera.

La pérdida de visión de estos animales a lo largo del espectáculo también ha sido demostrada por el cansancio físico que padecerán debido al movimiento y a la constante fijación de la mirada en los engaños, que les hacen girar una y otra vez a lo largo de la lidia. Se reconocen también lesiones oculares por los diversos traumatismos que sufren sus globos oculares durante el transporte y los contactos con los capotes y las muletas. Asimismo se han descrito con relativa frecuencia otro tipo de accidentes, como son la rotura de cuernos y las fracturas de extremidades.

Si lo que propone el señor Ribó es que las lidias tengan los tercios de varas y de banderillas, pero a los animales no se les dé muerte pública, estaríamos hablando de una lidia a pie convencional, pero sin el uso del estoque, el descabello y la puntilla. Obviaríamos únicamente el enorme sufrimiento final de los animales, el de una parte del tercio de muerte, pero seguirían existiendo las tremendas lesiones físicas que provocan las puyas y las banderillas. Hay informes veterinarios que calculan hasta en 50 kilos la pérdida de peso de estos bovinos en la lidia convencional, al que habría que sumar el descenso previo al festejo, durante el transporte, que se cuantifica en 20 kilos de media.

Las puyas provocan un intenso dolor en los animales, seccionan músculos (hasta 20, sin contar intercostales y costales), ligamentos, tendones, vasos sanguíneos, nervios con importantes funciones en la locomoción, provocan profusas hemorragias e incluso, si son caídas y laterales, pueden provocar neumotórax. Se han descrito, además, lesiones en estructuras óseas como costillas y sus cartílagos de prolongación y en las apófisis espinosas y transversas de vértebras torácicas. Los trayectos abiertos por las puyas tienen una profundidad media de 20 cm, aunque se han llegado a medir hasta de 30 cm.

Las banderillas, que se colocan en número de seis, miden 6 cm con un arpón de 4 cm, y provocarán más pérdida de sangre, así como lesiones musculares en los lugares previamente lesionados por las puyas, dando lugar una nueva e intensa sensación de dolor. En caso de que se indique el uso de banderillas negras, los arpones serían 2 cm más largos.

Tampoco faltaría el primer estímulo doloroso que padecen estos animales, la colocación de la divisa antes de salir al ruedo, un arpón de doble hoja de 8 cm.

La faena de muleta provoca un intenso cansancio físico en estos animales, que se puede medir por las alteraciones orgánicas anteriormente mencionadas, es decir, la elevación de los marcadores de la función muscular (CPK, LDH y AST), además de la presencia de altas concentraciones de lactato en sangre y de lesiones en los músculos de la locomoción. También se ha descrito, como hemos mencionado, el agotamiento nervioso de los centros de la visión por la constante fijación de la mirada en los engaños provocado por la falta de oxígeno en ellos.

Si el señor Ribó propone la lidias sin muerte pública manteniendo el tercio de varas y de banderillas, habrá menos sufrimiento, pero seguirá existiendo maltrato animal y, por tanto, crueldad.

Si el señor Ribó propone las lidias sin sangre, seguirá habiendo maltrato, porque estos animales, aunque no sean heridos, sufrirán y padecerán muchas de las alteraciones orgánicas anteriormente mencionadas y se verán afectados emocionalmente. Además, su muerte será inevitable, aunque no sea pública, porque irremediablemente tendrán que ser sacrificados después del festejo: todo el mundo sabe que un toro que ha conocido los engaños una vez, se volverá sumamente peligroso de ser lidiado nuevamente.

Le recordamos al señor Ribó que ya en Cataluña, una vez prohibidas las corridas de toros en su territorio, se realizaron lidias incruentas en dos ganaderías de lidia de la mencionada comunidad. Una sentencia judicial dictaminó que dichas lidias sin sangre suponían maltrato y por tanto sufrimiento para estos animales, y fueron también prohibidas. Un veterinario de nuestra asociación actuó como perito en el juicio y demostró que pese a no ser heridos, estos animales padecían un intenso estrés emocional y sufrimiento físico.

Desde AVATMA, la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal, consideramos que cualquier festejo taurino, sea tipo lidia a la portuguesa con rejones y con forcados, sea a pie, con los tercios de varas y de banderillas, aunque no haya tercio de muerte o aunque se trate de lidia sin sangre, provocará siempre, en mayor o menor grado, sufrimiento en estos animales  y no deberían celebrarse si lo que se propone es no provocar maltrato a los animales, como afirma el señor Ribó.

 

José Enrique Zaldívar Laguía, Presidente de AVATMA

Virginia Iniesta Orozco, Vicepresidenta de AVATMA

Lina Sáez de Antoni, Secretaria de AVATMA

Firman este informe dirigido al señor Ribó, alcalde de Valencia, en nombre de los 390 veterinarios de la asociación.