Bous embolats. Informe para el Ayuntamiento de Algemesí

 

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A la atención del Ayuntamiento de Algemesi:

Informe de AVATMA como contestación al texto que lleva por título «El toro embolado». Este informe se había dicho que iba firmado por veterinarios favorables a los bouss, pero en realidad es un documento redactado por los responsables de las peñas taurinas que carece del mínimo rigor científico. 

Independientemente de las consideraciones históricas que se recogen en el informe mencionado y de las diversas técnicas de embolado, que consideramos irrelevantes en el tema que nos ocupa, por no tener ninguna incidencia en el fondo de la cuestión, que es ni más ni menos que la del sufrimiento de los animales utilizados en estos espectáculos, vemos que en el mencionado texto se hace alusión a un estudio firmado por el catedrático de fisiología animal de la facultad de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, y se menciona la opinión de otro veterinario cuyo número de colegiado es el 2421.

En dicho texto se afirma que se ha estudiado y probado que el toro no padece ningún maltrato ni sufrimiento. Dicha afirmación se puede hacer, según el escrito, después de analizar psicológica y físicamente a los animales, pero no vemos o encontramos ninguna referencia a estudio alguno que sostenga dichas afirmaciones. ¿Cuándo, dónde y cómo se ha estudiado y probado? ¿Quién, cómo, dónde y cuándo se ha analizado a esos animales desde el punto de vista físico y emocional? No vemos por ningún lado la firma de un etólogo veterinario que haya realizado dichas observaciones y que concluya lo que se afirma.

De hecho en dicho informe no vemos la firma de ningún veterinario, tal sólo el párrafo al que hacemos referencia a continuación:

Don Rafael Isaac Castelló Gimeno, veterinario colegiado 2421 (sin especificar a qué colegio provincial de veterinarios pertenece) parece afirmar que estos animales se adaptan enseguida a este tipo de circunstancias con lo cual ejercen su faceta (?) durante años. Consideramos que dicha aseveración es sumamente atrevida y más teniendo en cuenta el comportamiento de estos animales durante el acto del embolado y el espectáculo posterior. Existen estudios, los más importantes, firmados por una eminencia de la ciencia en lo que respecta al estudio de los bóvidos y su manejo, como es Temple Grandin, en los que afirma que lejos de adaptarse, los rumiantes de razas más irascibles, y estos animales lo son, sometidos a una primera experiencia de manejo rudo o desagradable para ellos, como es el caso, sufren aún más cada vez que se les somete a ese tipo de manipulaciones aversivas que les provocan temor y miedo. Dichos estudios figuran en el otro informe que nuestra asociación redactó y que les ha sido entregado. La demostración de que esto es tal y como afirmamos, queda acreditada por determinaciones de hormonas en sangre realizadas por la autora de dichos estudios. El que un animal sea reutilizado en numerosas ocasiones como se afirma, no supone que se haya adaptado a los usos que «ejercen» durante años. ¿Han aportado los que afirman lo contrario algún estudio científico al respecto?

Resulta aún más chocante que se haga alusión al estudio del profesor Illera, cuando realmente esa hipótesis se refiere a la lidia de toros en plaza, y en el mismo se llegaba a reconocer que el máximo sufrimiento que padecen este tipo de animales se da durante el transporte y la inmovilización, sin hacer referencia alguna al festejo taurino que nos ocupa, el embolado. No es que estemos de acuerdo con las conclusiones del profesor, pero ya que ustedes parecen sí estarlo, lo hacemos constar. De hecho, en el estudio se afirmaba que los toros utilizados en los recortes se estresaban más que los lidiados. A dicho sufrimiento, implícito al mismo festejo con la suelta del toro embolado, se debe sumar el de la inmovilización para el despunte de su cornamenta, y a la inmovilización para las maniobras de embolado. En el informe anterior presentamos un estudio científico en el que se demostraba que la manipulación de la cornamenta supone también un importante sufrimiento en los bóvidos en general.

Independientemente de que el fuego queme o no al animal, el padecimiento en forma de miedo es evidentemente y deducible de la presencia de ese fuego sobre su cabeza, del que el animal no se puede liberar. Era precisamente ese miedo el que provocaba las reacciones de esos animales en los hechos históricos que se mencionan que tan útiles resultaron para conseguir los fines que se perseguían. Es ese elemento, que el animal identifica como peligroso para su supervivencia, un factor indiscutible a la hora de valorar el padecimiento de estos animales.

Curiosa la interpretación que se hace del comportamiento de estos animales cuando se dice: «el toro embolado manda sobre su terreno porque ha cogido la posición de dominante». ¿Cómo es posible que un rumiante, animal que dentro de la escala evolutiva es depredado, pueda establecer una posición de dominancia frente a otra especie, la humana, que reconoce como depredador, en un territorio que acaba de conocer, el del recinto en el que ha sido soltado? ¿Qué etólogo veterinario ha llegado a semejante conclusión? Existen estudios de otras razas bovinas criadas en extensivo que desarrollan respuesta de agresividad defensiva cuando son manejados inadecuadamente como consecuencia del miedo y el temor que padecen, dado su carácter irritable. Agresividad defensiva y nunca ofensiva.

¿Combate el toro, al que califican de animal irracional, por un recurso, desarrollando el deseo de poseer «algo» que se encuentra en la arena de la plaza o recinto en el que es lidiado por un animal de otra especie, el ser humano? ¿Qué recurso defiende? ¿Qué le motiva? ¿Qué rentabilidad obtiene de ese comportamiento? ¿Combate por depredar a los animales de otra especie que se encuentran en la arena? ¿Compite por defender un territorio desconocido para él hasta ese mismo instante y que ni tan siquiera tiene tiempo de reconocer?¿Qué tipo de ataque desarrolla el toro en estas circunstancias? ¿Es ofensivo o defensivo? ¿Quién es el que crea los estímulos emocionales negativos para incitar su ataque? ¿Quién es el que ha desarrollado y estructurado las reglas de un espectáculo en el que los animales tienen que poner en marcha sus recursos defensivos adquiridos en base a su instinto y su aprendizaje? ¿Hay algo en ese espacio que tenga que defender desarrollando una conducta agresiva ofensiva o de ataque? ¿Puede desencadenarse una lucha por el territorio entre un animal no depredador, según su escala evolutiva, y otro que sí lo es, teniendo en cuenta, como se reconoce, que: «el toro siente que sus ataques defensivos frente a estímulos externos no suelen tener éxito y se siente frustrado (Gil Cabrera, doctorando de Illera). ¿Se pueden intentar establecer jerarquías entre especies predadoras y no predadoras? ¿Podemos dar por bueno que determinados ejemplares de toro de lidia desarrollan una agresión territorial en un recinto cuando un ser humano invade su terreno, que llamamos «zona de fuga, «que se le va haciendo más pequeña debido al cansancio y a la habituación» (Gil Cabrera, doctorando de Illera)? Siendo cierto que los bóvidos tienen lo que se conoce como «zona de fuga» en el territorio en que habitan, nos resulta complicado aceptar que ésta exista en el pequeño espacio que es un recinto que acaban de conocer.

Se dice que si el toro tuviera miedo huiría, pero que no lo hace, salvo aquellos que deciden saltar la barrera y huir por las andanadas o por el callejón o correr, como hacen en los encierros por las calles de una ciudad mientras están agrupados en manada. Quizás, si dejaran un espacio abierto durante el festejo, podríamos ver otro tipo de comportamiento, si se les permitiera elegir y se les diera el tiempo adecuado para hacerlo.

¿Es extraordinario que se considere un don especial que una raza bovina criada y diseñada para ser lidiada, se defienda de las agresiones a la que se le somete en una plaza de toros o en un recinto? ¿Justifica esto, en cualquier caso, su maltrato y su tortura? ¿Justifica esto su crianza? Para los taurinos, sí, para nosotros, no.

Sobre la referencia que se hace a las betaendorfinas y su «mágico» efecto para contrarrestar el sufrimiento, desde AVATMA ya hemos dejado claro la falsedad de dicha afirmación, que queda reflejada en este resumen aplicado a las lidias en plaza, pero que, obviando las referencias a los hechos exclusivos de la mismas, puede aplicarse perfectamente a algunas de las circunstancias que rodean el festejo que estamos tratando, y sus consecuencias físicas y emocionales para los animales, dejando claro, como hemos apuntado, que la inmovilización es uno de los factores de alto estrés que padecen estos animales.

Betaendorfinas y toro de lidia

En febrero de 2007, los medios de prensa taurina se hicieron eco de una hipótesis lanzada por el entonces Director del Departamento de Fisiología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.

Basándose en las respuestas del sistema neuroendocrino (nervioso y hormonal) del toro después de la lidia, estudiadas tras su muerte en el ruedo, este veterinario afirmó que estos animales habían producido durante la corrida grandes cantidades de unas sustancias que reciben el nombre de betaendorfinas. Gracias a esta alta producción de hormonas llegó a afirmar que el toro, durante la lidia, era capaz de neutralizar el dolor y el estrés al que estaba siendo sometido.

Cuando se consulta en algunas páginas de internet y en libros de dudosa calidad científica, se encuentra que las betaendorfinas han sido calificadas como: “hormonas del placer” y “hormonas de la felicidad”. También se puede leer que estas hormonas neutralizan el dolor, que se descargan durante el orgasmo, y que nos hacen sentirnos muy bien cuando hemos hecho un ejercicio físico. Hay quienes les atribuyen esa sensación placentera que hace que la gente acuda al gimnasio como si de una droga se tratase. De hecho las betaendorfinas tienen una estructura química similar a la del opio y por eso en el mundo de la ciencia se las conoce como opiáceos endógenos. De hecho son y han sido investigadas por el mundo científico para la fabricación de analgésicos por muchos laboratorios. También ocupan un importante espacio en las líneas de investigación de la medicina deportiva aeróbica y anaeróbica.

Resulta por tanto, hasta cierto punto “lógico”, que un profano en la materia pueda pensar que el toro de lidia siente placer y felicidad cuando se le está lidiando, es decir, cuando se le clavan puyas y banderillas, se le agota físicamente por medio del toreo de capote y muleta, se le clava el estoque, se le descabella (a veces) y se le apuntilla. Hemos dicho profano, y no profesor y director de un Departamento de Fisiología en una facultad de veterinaria. Hemos dicho… Pero las declaraciones del mencionado veterinario pueden ser leídas y escuchadas en múltiples foros y debemos reconocer que han tenido y aún tienen éxito en el mundo de algunos taurinos, a los que les reconforta pensar que estos animales no sufren tanto como se pueda pensar.

Yendo más lejos y como hemos apuntado anteriormente, es lógico pensar que si estas hormonas están relacionadas con la analgesia, y que si un organismo como el del toro de lidia, sometido a prácticas que le provocan esa desagradable sensación, las fabrica en grandes cantidades, será capaz de neutralizar la percepción dolorosa sin llegar a sentir placer y felicidad, cosa que lógicamente es bastante improbable o mejor dicho imposible.

Después de cinco años de contrastar este tipo de informaciones, que pertenecen más a la “sabiduría popular” que a la científica, los veterinarios que formamos parte de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA) podemos afirmar, como hemos hecho en numerosos foros y publicaciones, que estas conclusiones carecen de fundamento y que son totalmente falsas.

¿Por qué son totalmente falsas y carentes de fundamento científico? Porque cómo vamos a explicar es de todo punto lógico y normal que el toro durante la lidia las produzca en grandes cantidades.

Después de recabar miles de artículos científicos (publicados en revistas de primer nivel), sabemos que:

-Estas hormonas no se producen durante el orgasmo, no son hormonas del placer.

-Sabemos que no se producen en gran cantidad cuando se realiza un ejercicio físico para el que se está preparado, sino que lo hacen cuando el ese organismo sobrepasa su capacidad para soportar ese esfuerzo, es decir, cuando empieza a sufrir.

-Sabemos que sí tienen relación con el dolor, es decir, se producen cuando se padece una sensación dolorosa, pero sólo a nivel del sistema nervioso periférico. Sabemos por tanto que pueden paliar determinados tipos de dolor, pero no neutralizarlo, ya que actúan inhibiendo la producción de un mediador del mismo, la llamada sustancia P. A nivel del sistema nervioso central no tienen ningún tipo de acción sobre el dolor. Si fueran capaces de neutralizar el dolor: ¿para qué usamos los analgésicos? Si son capaces de neutralizar el dolor: ¿por qué hay muchos toros que cojean o claudican durante la lidia y se duelen en el tercio de banderillas o cuando reciben la estocada, el descabello o la puntilla? ¿Por qué hay toros que manifiestan signos de dolor cuando se desarrolla el espectáculo que se juzga?

¿Pero que más sabemos que explicaría de forma lógica y científica que el toro durante la lidia las descargue en grandes cantidades?

-Sabemos que se producen en gran cantidad cuando un mamífero se encuentra en una situación de alto ESTRÉS (1). Es más, son marcadores del estrés en el mundo científico. Es evidente que la lidia estresa enormemente al toro, y no solo la lidia, sino todo lo que le ocurre antes de la misma: separación de la manada, salida de su medio natural, transporte, espera en la plaza, ambiente novedoso en el que se encuentra, y aún más si cabe el percibir que va a ser utilizado de nuevo en algo que le resulta desagradable. Resulta por tanto “curioso” que se nos diga que la lidia estresa poco al toro en comparación con el transporte o la salida al ruedo.

-Sabemos que se producen cuando se padece HAMBRE (2) Y SED (3). Los toros de lidia pueden perder en el transporte hasta 30 e incluso más kilos de peso (solo en 100 km de recorrido), y hasta 5 kilos durante la lidia. Los toros de lidia no comen apenas desde que son embarcados en el camión de transporte y mueren en el ruedo. Si acaso, en algunas plazas, se les suministra un poco de paja. La lidia en sí provoca sed y deshidratación en el animal. Esto es aplicable al tipo de festejo que estamos tratando.

-Sabemos, cómo hemos apuntado, que se producen cuando se realiza un ejercicio extenuante para el que no se está preparado, es decir cuando se produce lo que se conoce como AGOTAMIENTO FÍSICO (4). El toro es un herbívoro y como tal no tiene el fondo ni la preparación adecuada para aguantar físicamente la lidia. De hecho el toro, tras la lidia, padece numerosas LESIONES MUSCULARES (5), comprobadas en análisis post mortem, y “curiosamente” dichas lesiones se dan en los músculos relacionados con la locomoción, no en los heridos por los instrumentos cortantes y punzantes que se le clavan. De hecho las hormonas que nos sirven para cuantificar el sufrimiento de los músculos, la CPK, la LDH, la AST y el cortisol, están muy elevadas en estos animales tras su muerte en el ruedo. Los músculos de la locomoción de estos animales, cuando acaban la lidia, no tienen ácido láctico, pero sus tejidos y su sangre están cargados de lactato, y por tanto padecen lo que se conoce como ACIDOSIS METABÓLICA (6). ¿Saben ustedes que este estado de sufrimiento orgánico es una de las causas principales de que se descarguen betaendorfinas en los mamíferos? ¿Saben ustedes que este estado de acidosis es un marcador inequívoco de sufrimiento en los herbívoros rumiantes? Estamos seguros que los toros que se embolan presentan al final del festejo este tipo de lesiones y este estado metabólico que es patológico.

-Sabemos que las betaendorfinas de descargan en grandes cantidades cuando hay una HEMORRAGIA (7) o pérdida de sangre. Por ejemplo (hay muchos más), en ratas de laboratorio a las que se provocó heridas sangrantes, estas hormonas aumentaron hasta cuarenta veces su valor normal por esta circunstancia. ¿Hay hemorragias en el toro durante la lidia? Sólo como consecuencia de la aplicación de las puyas (suerte de varas) un toro puede perder entre un 8 y un 18% de su volumen sanguíneo, a lo que habrá que sumar la que pierde por las banderillas, las estocadas, los descabellos y el uso de la puntilla.

-Sabemos que estas hormonas se producen cuando hay falta de oxígeno en los tejidos y en la sangre, lo que se conoce como HIPOXIA (8). Todos los toros durante la lidia padecen esta situación: una evidente insuficiencia respiratoria que se traduce en altos índices de dióxido de carbono y un claro descenso de los niveles de oxígeno. Los síntomas de hipoxia en los animales que se embolan son reconocibles a simple vista, y serían demostrables realizando las gasometrías oportunas.

-Sabemos que las betaendorfinas se producen cuando hay un aumento de glucosa en sangre, y todos los toros después de la lidia padecen HIPERGLUCEMIA (9) provocada por la enorme movilización de los depósitos de glucógeno que se produce como consecuencia de la gran cantidad de energía que necesitan consumir para intentar (he dicho intentar) adaptarse al castigo y al ejercicio al que se les somete. Estamos seguros que los toros que se embolan presentan esta alteración metabólica.

-Sabemos que la lidia provoca DOLOR (10) en el toro, y ya hemos dicho que la sensación dolorosa es un factor que provoca la descarga de estas hormonas. ¿Hay dudas de que las puyas, banderillas y el resto de utensilios que utilizan los toreros y sus subalternos causan dolor en estos animales? Imposible dudarlo. De hecho las mujeres cuyos partos fueron más dolorosos y estresantes fueron las que más altos niveles de betaendorfinas tenían. Y que no se nos acuse de comparar a la especie humana con el toro de lidia, porque el profesor mencionado dijo: “el toro descarga durante la lidia 10 veces más betaendorfinas que la especie humana”. ¿Nos han lidiado alguna vez para sostener esta afirmación?

-Sabemos que la INMUNOSUPRESIÓN (11), inherente a las situaciones de estrés y de sufrimiento, provoca la descarga de betaendorfinas, y sabemos que está presente en los toros que han sido lidiados y que mueren en el ruedo.

-Sabemos que cuando se produce una HERIDA (12) o un TRAUMATISMO (13), el organismo de los mamíferos produce grandes cantidades de estas hormonas. ¿Hay heridas y traumatismos durante la lidia? Es evidente que los toros embolados sufren traumatismos antes, durante y después del espectáculo.

-Y para concluir sabemos que cuando hay DESHIDRACIÓN (14) e HIPOVOLEMIA(15) (disminución del volumen sanguíneo circulante) los mamíferos producen grandes cantidades de betaendorfinas. Y nadie me podrá negar que los toros lidiados padecen estas dos situaciones. Los toros embolados sufren deshidratación severa.

Y todo esto lo sabemos porque la CIENCIA (con mayúsculas) así lo dice tras numerosas investigaciones en el campo de la endocrinología.

¿Hay algo de extraño que estos animales, a los que se maltrata y tortura durante su lidia en las plazas de toros, produzcan grandes cantidades de betaendorfinas? ¿Les parece a ustedes que las razones por las que un ser vivo las produce son porque está sintiendo placer y/o felicidad? ¿No sería más lógico y científico explicar que las betaendorfinas se producen en casos de máximo sufrimiento orgánico, y que el organismo del toro las descarga como respuesta a esas terribles y desagradables sensaciones que está padeciendo, y ante las que de alguna manera está intentando (decimos intentando) responder sin conseguirlo. Estas hormonas son incapaces de neutralizar el sufrimiento como se afirma en el informe que queda contestado.

Hay 15 causas identificadas por las que un mamífero produce betaendorfinas, y todas, absolutamente todas las padece el toro durante la lidia.

De las 15 causas que hemos explicado consideramos que en el espectáculo que nos ocupa están presentes como causa de producción de las mismas en los toros embolados:

Estrés, hambre, sed, agotamiento físico, lesiones musculares, acidosis metabólica, hipoxia, hiperglucemia, inmunosupresión y deshidratación, causas que sin duda provocan sufrimiento en cualquier animal que las padezca y que la presencia de altas concentraciones de betaendorfinas no hacen más que poner en evidencia.

Junta Directiva de AVATMA.

José Enrique Zaldívar Laguía

Virginia Iniesta Orozco

Lina Sáez de Antoni

En nombre de los 420 veterinarios que forman parte de AVATMA.