Hace unos días Gerald Dick, presidente de la WAZA (Asociación Mundial de Zoos y Acuarios) estuvo en Barcelona con el objetivo de preparar el congreso de la EAZA (Asociación Europea de Zoos y Acuarios) que tendrá lugar el año que viene en Barcelona.
Bien, empezaré por compartir unos datos sobre el historial de este “caballero”: el poderoso Gerald Dick trabajó, en su día, con la WWF y en proyectos de cooperación medioambiental en América Latina. Esta incoherencia solo se puede explicar con la evidencia de que no se entiende ni él, una vez leída la entrevista que El Periódico le concedió en su paso por la ciudad catalana.
Pero, ¿qué son la EAZA y la WAZA? Son el nexo de unión de muchos zoológicos de Europa y del mundo entero. Se encargan, entre otros trámites y tras el pago de una cuota anual, de gestionar los intercambios entre animales de los diferentes parques zoológicos que están asociados y de inspeccionar periódicamente los parques para comprobar que se ajustan a la normativa actual. Estas dos asociaciones permiten, entre otras barbaridades, que sus asociados realicen el “culling”, práctica que consiste en sacrificar (que no eutanasiar, hay una gran diferencia) las crías de cualquier especie que nazcan en las instalaciones, entre otros motivos, como medida de control de la población. No hace mucho la asociación animalista LIBERA denunció el sacrificio de una cría de nilgo que se encontraba en perfectas condiciones. La respuesta: “eso es legal”.
La última gracia perpetrada en el zoológico de Barcelona ha sido el traslado de dos delfines al Oceanográfico de Valencia, hace diez días. Cierto es que el delfinario de Barcelona es un lugar completamente inadecuado para los seis delfines que malviven en ese recinto desde hace ya demasiados años. La EAZA convino el 2018 como plazo máximo para adecuar las instalaciones con el objetivo de mejorar el bienestar de esos delfines. La alcaldesa de Barcelona Ada Colau, con muy buen criterio, decidió que Barcelona no iba a gastar diez millones de euros en hacer otro delfinario. En la mesa había dos opciones: el traslado a otro delfinario o a un santuario de delfines. A día de hoy, dos de los delfines de Barcelona han caído en las garras del lamentable Oceanogràfic que tiene, entre otros cetáceos, dos belugas que fueron un día arrancadas de su hogar, el mar del Norte, y ahora están intentando sobrellevar su impuesta cautividad en unas condiciones deplorables. Una asociación, Archipelagos, que se puso en contacto con FAADA y que está preparando lo que sería el primer santuario de cetáceos de Europa en Grecia, está esperando con los brazos abiertos la llegada de esos delfines junto a su madre que se ha quedado en Barcelona con tres compañeros de grupo más.
Los delfines son mamíferos marinos con una fuerte cohesión social, muy inteligentes, con capacidad de autoreconocimiento, poseen una memoria a largo plazo, utilizan diferentes técnicas de caza dependiendo del lugar donde residan y tienen un sofisticado sistema de comunicación, llamándose a cada uno por su “nombre”. Un mamífero con unas conexiones neuronales que les provee de una capacidad emocional superior incluso que la del ser humano. Un depredador cuya vida se basa en nadar decenas de kilómetros al día, en cazar y en mantener unas complejas relaciones sociales, encerrado en una piscina de cemento. Con agua. Nada más. Eso no es enriquecimiento ambiental.
¿En qué se parece una piscina llena de aros, pelotas, ruedas de camión y mangueras donde esconder el pescado congelado “aderezado” con vitaminas…. a las plantas, peces, tortugas, mareas, arena, rocas… que hay en su casa, en el mar? Ningún delfinario, por grande que sea y por mucho que lo intenten los conservadores, proveerá a estos animales de las necesidades básicas para tener un nivel de bienestar tanto físico como emocional aceptable.
España es el país europeo con mayor cantidad de delfinarios: 11 y, si nadie lo remedia, en breve serán 12. Cien de los 300 delfines de toda Europa están en España. De ellos, aproximadamente la mitad han nacido en cautividad. Lo curioso es que, excepto uno, el resto de delfinarios están construídos en poblaciones costeras, desde donde se puede salir para ver a cetáceos de verdad en libertad, con su comportamiento de cetáceo y en su casa, el mar.
Que no nos engañen: Los delfinarios no tienen delfines en cautividad para realizar una labor educativa, de investigación y de conservación. Esto lo hacen porque deben cumplir la normativa vigente. Pero el objetivo final, como cualquier empresa, es ganar dinero. Está demostrado que la labor de conservación del delfín mular, con una subespecie en peligro, no se puede llevar a cabo ya que no se puede liberar a mar abierto un delfín nacido en cautividad y al que no se le ha enseñado a cazar porque, muy probablemente y debido a éste y a otros factores, moriría.
La mayoría de las labores de investigación se pueden y deben realizar in situ, en su medio natural, para obtener datos reales y que podamos trasladar a su habitat para poder ayudarles en su casa, no en la nuestra. Y respecto a la educación, no hay nada en un delfinario que no podamos enseñar a un niño mucho mejor de forma digital, con diversos métodos que seguro harían que esos pequeños se empaparan de conocimientos.
No se trata de “ver quién hace la piscina más grande”. En España tenemos aproximadamente 8.000 kilómetros de costa. Podríamos…. No, podríamos no: deberíamos construír santuarios en todo el planeta donde alojar a las poblaciones de delfines que hemos tenido desde hace décadas confinados en nuestras jaulas de cemento, obligándoles a hacer lo que nosotros queremos: entretener al público que paga una entrada.
Debemos hacerlo porque se lo debemos.
Por tantos años de sufrimiento.
Porque ya estamos en el siglo XXI y la manera en la que tratamos al resto de animales debe cambiar.
Ya no es tiempo de utilizar a las demás especies a nuestro antojo: ahora es el momento de ayudarlas a recuperar sus ecosistemas. Los mismos que, durante muchísimos años, los humanos nos hemos encargado de destruír.
Laura Almarcha. Veterinaria y vocal de AVATMA en Catalunya
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Nací en Barcelona y desde que tuve uso de razón quise ser veterinaria. Mis padres, gente humilde, me inculcaron, entre otros tantos maravillosos valores, el de el amor por el resto de animales. Gracias a ellos logré mi objetivo y soy veterinaria especializada en animales domésticos. Mi pasión es el mar y todo lo relacionado con él. He hecho cursos de submarinismo científico, de medicina veterinaria en mamíferos marinos y de atención a varamientos de animales marinos. He sido voluntaria de PROMAR, coordinadora de Sea Shepherd España en el área de Catalunya, y actualmente soy vocal de AVATMA en el área de Catalunya, voluntaria de Associació Cetàcea, miembro del Comité de Protección Animal del Colegio de Veterinarios de Barcelona y colaboro en el Proyecto ZOO XXI. |
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