Lo que dio de sí el debate en canal plus toros y otras consideraciones

       ¿Quiénes son los sofistas? ¿Escrache a la tauromaquia?

Lo que dio de sí el debate en Canal Plus Toros y otras consideraciones

El toro no sufre Vs El toro sí sufre

Sofista: Del latín sophista, y éste del griego σοφιστής sophistḗs. 1. adjetivo. Que se vale de sofismas. Aplicado a personas. Se usa frecuentemente en sentido despectivo.

Sofisma: Del latín sophisma, y éste del griego σόφισμα sóphisma.


  1. m. Razón o argumento falso con apariencia de verdad.

 

El 23 de enero del año 2007, una revista taurina, 6 Toros 6, revolucionaba el mundo de la neuroendocrinología con una revelación sin precedentes, y con un escueto titular en su portada en forma de exclusiva: «Por qué el toro no sufre«. Pocos días después, el 6 de febrero, Rosa Montero, en el diario El País, se hacía eco de este portentoso descubrimiento en una columna que titulaba con un breve y a la vez «doloroso», «Ay«.

La Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia, AVAT, hoy AVATMA, se empezó gestar ese día mientras leía lo que Rosa Montero contaba a sus lectores. No tardé demasiado en hacerme con un ejemplar de la revista taurina, y sí, allí estaba explicado el milagro: «Estudio científico sobre la medición del dolor y el estrés del toro bravo», en cinco páginas a todo color. Además, en su editorial, la opinión del director de la revista abundaba en lo mismo: «Nos intriga que el toro siendo herbívoro ataque al hombre como un depredador carnívoro»; «no hay argumentos para explicar que el toro vuelva a embestir a un caballo que no ha podido cornear y desde el que se le ha infligido una sangría», decía; «la investigación científica en curso va a provocar un giro copernicano en la manera de encarar el sacrificio del toro en la lidia, tanto de taurinos como de antitaurinos, y por supuesto, exigirá otras bases argumentales a los partidarios de abolir las corridas«, añadía. Acertaba de pleno en su columna de opinión don José Carlos Arévalo, porque mientras algunos taurinos, no todos, han hecho bandera de este hallazgo sin parangón, el de que «el toro no sufre», los veterinarios que trabajamos en contra del maltrato animal hemos trabajado durante todos estos años para demostrar, con estudios científicos, que «el toro sí sufre», y que no hay nada de especial en su respuesta neuroendocrina a la tortura a la que es sometido en la plaza.

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Durante estos años han sido numerosas las ocasiones en que tanto unos como otros hemos tenido espacios para explicar nuestros argumentos, incluso la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento de Cataluña escuchó a ambas partes durante el debate que prohibió las corridas de toros en su territorio a través de la modificación de su Ley de Protección Animal, al profesor autor de la hipótesis por un lado y a mí por el otro. Siento no poner el enlace a la intervención del profesor, pero no lo encuentro en internet.

Se preguntará el lector por qué, con un debate que lleva tantos años en el candelero, vuelvo hoy a la carga con este largo análisis de 24 páginas. Lo explico:

El jueves día 28 de enero estuve en un debate que se emitió para los abonados al Canal Movistar Plus Toros, en el programa «El Kikirikí», con el título «escrache a la tauromaquia», en el que en un principio iba a estar presente el autor de la hipótesis de que «el toro no sufre», el catedrático del Departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, don Juan Carlos Illera del Portal. Parece ser que un viaje le impidió aceptar la invitación. Su lugar iba a ser ocupado por un doctorando suyo, el biólogo don Fernando Gil Cabrera, que publicó su tesis doctoral en el año 2012, con el título: «Variables neuroendocrinas y su relación con el comportamiento durante la lidia en el toro bravo.» Tampoco estuvo. En esta tesis se afirma que el toro, durante la lidia y merced a los resultados hormonales medidos en su sangre después de la misma, se adapta perfectamente al estrés que padece, desplegando, en la mayoría de las ocasiones, una conducta agresiva frente a los toreros y sus subalternos; una conducta agresiva por dominancia, es decir, ofensiva. El nivel de respuesta agresiva y su intensidad, según la tesis, dependería de los niveles de serotonina que tenga cada animal, una hormona que parece tener una gran influencia en relación con las conductas agresivas, no sólo en los bovinos de lidia, sino en otros mamíferos, como se afirma en numerosos estudios publicados. A nadie se le debe de escapar que estos animales son rumiantes gregarios y por tanto acostumbrados a vivir en grupos más o menos estables y que, como reconoce el propio sector taurino, son pacíficos en su medio natural siempre y cuando no se les moleste. A menores niveles de serotonina mayor aptitud y mejor actitud combativa en la plaza y viceversa, dicen. El mencionado biólogo mandó una carta a los miembros de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados unas horas después de mi comparecencia ante la misma, durante el debate de la ILP que hizo de la tauromaquia Patrimonio Cultural de España. En su misiva me acusaba de mentir en mi intervención. No hace falta decir que respondí, pero lo digo, y por supuesto reitero todo lo que dije ante la comisión y como respuesta a su atrevimiento. A estas alturas del debate es mejor no dejarse «casi» nada en el tintero, aunque algo me queda ¿Por qué no comparecieron en esta ocasión como sí lo hicieron en Cataluña? Vaya pregunta más tonta, diréis: porque sabían que la mayoría absoluta del PP daría luz verde a los deseos de los taurinos. No había razón para perder el tiempo en argumentar sin argumentos creíbles, como quedó patente en algunas de sus comparecencias.

La otra pieza del puzle se completó en el año 2014 con otra tesis doctoral dirigida también por el profesor Illera, la de la respuesta del toro al dolor que se le provoca durante la lidia, firmada por don Luis Alberto Centenera con el título: «Concentraciones de hormonas opiáceas y su relación con la respuesta al dolor en el toro de lidia».

Así que, mediante dos tesis doctorales en las que se desarrolló la hipótesis inicial lanzada en el año 2007, han pretendido separar en dos rutas independientes las respuestas neuroendocrinas que tienen estos animales durante la lidia: por un lado cómo se adaptan al estrés que sufren y por otro cómo se adaptan al dolor que se les provoca, y que también padecen. En mi opinión, que es la que defendemos desde nuestra asociación, las respuestas que desarrolla el toro durante la lidia se deben a múltiples factores, que se han obviado, que deberían haber sido tratados de forma global o conjunta, y que ampliaré más adelante. Según las tesis doctorales mencionadas, el toro se adaptaría al estrés disminuyendo sus niveles de cortisol conforme avanza la lidia, y aumentando de forma progresiva los de betaendorfinas después del tercio de varas, de banderillas, y de muerte, como mecanismo adaptativo ante el dolor. Interpretaciones dispares por ambos lados: ellos aseguran que los altos niveles de endorfinas indican su capacidad para neutralizar el dolor, y nosotros sostenemos que lo que indican es que hay un intenso dolor y estrés, sin negar que estas hormonas se producen, entre otras cosas, para intentar paliarlos hasta donde pueden hacerlo. La vida media de estas hormonas en sangre se reconoce como corta.

El doctor Gil Cabrera fue sustituido en el programa por don Julio Fernández Sanz, veterinario de la UCTL (Unión de Criadores del Toro de Lidia), que se ocupó de defender las tesis de la perfecta adaptación del toro, mostrando antes las cámaras algunas gráficas con los datos de los dos trabajos mencionados. Don Julio estuvo más comedido que el ya mencionado doctor Gil Cabrera y tan sólo me acusó de mentir «un poco», menos que otras veces, matizó, y de no tener ni idea de bovinos. Menos mal.  

Don Julio, en un artículo que publicaba la revista que edita el Consejo General de Colegios de Veterinarios de España, en su número de abril de 2011, hacía alusión a las graves lesiones que provoca la puya en diferentes estructuras anatómicas de los bovinos lidiados, y el estribo del picador en los cráneos de los toros, que había plasmado en este documento en 1988: «estudio de las lesiones producidas en la suerte de varas«; en otro artículo, publicado en un blog de veterinarios taurinos, se habla de «el crimen del estribo del picador«. Secuencia fotográfica de en qué consiste. Se me ha recriminado que yo haya declarado que ese estribo de hierro, contra el que impactan las cabezas y otras partes de la anatomía de los toros durante el tercio de varas, pesa 30 kilos; dicen que sólo pesa 4 kilos. Lean lo que pone en el enlace anterior, texto publicado en el año 2009, y saquen ustedes sus conclusiones; para los más vagos, los que no abrirán el enlace, se dice que sí, que el estribo pesa o pesaba, por lo menos en aquel año, 30 kilos. Lo dije en el programa y lo reitero aquí: AVATMA utiliza los estudios que veterinarios taurinos han publicado a lo largo de los últimos años sobre la lidia de los toros, así que, en cualquier caso, no somos nosotros los que mentimos, sino ellos. En su última intervención Don Julio hizo alusión a los últimos avances científicos sobre la investigación de los opiáceos endógenos, y no fue muy estricto en lo que afirmó: éste es el último artículo al respecto. Es un artículo de pago, que ya hemos leído, así que, aquí dejo su título, sin ampliar demasiado lo que en él se dice, pero fundamentalmente se trataría de sintetizar sustancias similares a la morfina para el tratamiento del dolor, con el fin de evitar los indeseables efectos secundarios que tiene esa droga cuando se utiliza en determinados tratamientos médicos: «Endomorphin analog analgesics with reduced abuse liability respiratory depression, motor impairment, tolerance, and glial activation relative morphine».

 

Además, estuvieron en el debate, el cirujano jefe de la plaza de toros de Bayona, el doctor Jean Michael Gouffrant, y el Catedrático de Ginecología y Obstetricia de la Facultad de Medicina de Cádiz, don Rafael Comino, gran aficionado a la tauromaquia y autor de algunos libros relacionados con la temática. Nuestra relación con el cirujano francés se limitaba, hasta antes del programa, a una carta que publicamos como AVAT hace tiempo en respuesta a las declaraciones que hizo en una conferencia que dio en Zamora, y que podéis leer aquí. En aquel momento éramos 70 veterinarios, y hoy como AVATMA somos 400.

He de decir que el intercambio de opiniones se produjo dentro de un ambiente cordial y que todos supimos regular nuestras respuestas al estrés, que todo programa de TV suele provocar en los que intervienen. En resumen que, como el toro, según ellos, nos adaptamos perfectamente, y yo de forma especial, porque estaba claro que iban a intentar dejar en evidencia a nuestra asociación y a mí como su representante. El «escrache a la tauromaquia», que era el título del programa, como crítica al movimiento por su abolición, parecía el «escrache a AVATMA y a su presidente». La inferioridad numérica por nuestra parte era evidente: 1 contra 5, porque el presentador del programa es taurino, como es lógico, claro. Aprovecho este espacio para darle las gracias por lo bien que lo moderó.   

Unos días antes, el doctor Comino me lanzó un desafío a través de un medio digital taurino, en el que me invitaba a responder a una serie de preguntas por él formuladas y que titulaba: «al veterinario Zaldívar«. No sé si don Rafael conocía entonces que yo ya había aceptado acudir al debate, pero es lo de menos. Dos días después de la emisión de «El Kikirikí», el doctor Comino volvía a tratar la temática del programa con una nueva columna en el mismo medio digital con el título: «el sofisma antitaurino«. Don Rafael mostró su incomodidad por tener que sentarse en la misma mesa con una persona que había calificado a los puntilleros de gentuza, afirmación que hice en la charla que di en la festividad de San Antón, que según dijeron había sido ideada por Manuela Carmena como un ataque más a la tauromaquia, y que según ellos fue un fracaso en cuanto a asistencia de público, con la mofa de que solo hubo 22 personas y 2 perros, cosa que es totalmente cierta. Maticé que son gentuza aquellos puntilleros que dejan vivos a los toros y que no hacen de forma adecuada su trabajo, y que lo reiteraba allí, ante las cámaras, sin ningún rubor. En esta secuencia fotográfica se puede ver como un arenero hace con su bota el trabajo que debió hacer el puntillero, y que dejó vivo a este toro. Ellos nunca lo han visto, dijeron, y estoy seguro de que no mentían, porque no miran cuando el toro agoniza; para qué van a mirar… Hicieron también alusión a la retirada de subvenciones por parte del Ayuntamiento de Madrid a la escuela de tauromaquia «Marcial Lalanda», a la retirada de la información sobre la plaza de toros de Las Ventas de su página web, y a la prohibición de que los funcionarios de este organismo público vayan a los toros. Maticé que la renuncia al palco del coso taurino no suponía ninguna prohibición, sino simplemente que los interesados se pagaran sus aficiones y que el ayuntamiento no tiene competencias para prohibir los festejos taurinos en la capital.

Es evidente que, dado el número de tertulianos presentes, a los que hay que añadir a uno de los autores del blog «la economía del toro», ninguno pudo expresar todo lo que pensaba sobre los temas que se plantearon, y seguramente es por esto que don Rafael hizo uso de esa tribuna para ampliar sus opiniones, como yo hago aprovechando ésta. Lo que no acabé de entender es que me lanzara un desafío y luego se mostrara incómodo por tener que debatir conmigo. Posteriormente acabó invitándome a charlar con él si en algún momento visitaba la ciudad en la que vive, Cádiz. Se lo agradezco.

Vamos a ver si los sofistas, utilizando el término que nos aplica don Rafael Comino, somos nosotros o son ellos.

Allá vamos:

Sobre la agresividad del toro de lidia

¿Es posible que un animal no predador, como es el toro de lidia, desarrolle una conducta agresiva de dominancia en la arena de una plaza frente a una especie diferente a la suya, la humana? ¿Es posible que sea capaz de desear dominar un territorio en el que nunca ha estado antes, y en el que se encuentra agobiado por estímulos estresantes y dolorosos desde que sale por la puerta de chiqueros, y que deben ser sumados a todos aquellos que ha padecido desde que fue embarcado en un camión en su ganadería? ¿Es posible que estos animales puedan desarrollar algo tan científicamente impresionante como es una respuesta casi perfecta al dolor y al estrés, jamás vista? ¿Es posible que transformen una respuesta al miedo, que sería la natural, en algo tan poco probable como lo que apuntan los taurinos? Dicho de otra manera: ¿es posible que no sienta temor o que sea capaz de superarlo merced a ese atributo que llaman bravura, transformándolo en un deseo de derrotar al torero, y echando mucha imaginación, sienta el imperioso fin de acabar con la vida del matador o sus subalternos? ¿Es posible que los ganaderos de esta raza bovina hayan sido capaces de transformar a un herbívoro en un animal que se comporta como un depredador carnívoro, aunque no coma animales, en base a los métodos de selección que llevan años utilizando? ¿Es posible, como apuntó don Jean Michael Gouffrant, que la puya anestesie en gran medida su capacidad de sentir dolor, provocando una cascada de descargas de opiáceos endógenos conocidos como betaendorfinas y metencefalinas, y que la epinefrina (adrenalina) y la norepinefrina (noradrenalina), las catecolaminas, hagan el resto del trabajo? Pues no, no es posible, pero con matices. De hecho analgesia y anestesia no son lo mismo.

En el programa se afirmó que las banderillas, gracias al efecto previo de las puyas, serían para el toro como si a nosotros nos pusieran una inyección allí mismo, en ese momento, porque la sensibilidad está casi anulada tras los puyazos; los arpones de las banderillas, una vez clavados, provocarían analgesia en la zona porque van destruyendo las células y necrosan los receptores del dolor (transcribo lo dicho y que la ciencia dé su opinión) ¿Es posible que la naturaleza de un bovino haya cambiado tanto en los últimos 150 años en base a la selección genética? ¿Es posible que el toro de lidia embista con cierta euforia tras la búsqueda de una meta, de un objetivo, cuando está inundado de betaendorfinas? Pues no, no es posible, pero con matices.

Reconozco que la respuesta del toro ante la amenaza es la que es, en comparación con otros bovinos, pero con los matices que se recogen y expongo en este artículo. En Francia, hace algunos años, se sometió a búfalos asiáticos a una lidia parcial y se reconoció que embestían, como lo hacen éstos en el video. También hay estudios de otros bovinos criados en extensivo que desarrollan respuestas de agresividad defensiva cuando son manejados inadecuadamente, como consecuencia del miedo y del temor que padecen, dado su carácter irritable.  

Empecemos por eso que se llama agresividad, una respuesta que se desarrolla a través de una serie de complicados mecanismos neuroendocrinos en los que están implicados numerosas sustancias, hormonas que actúan como neurotransmisores.  

En el mundo animal se reconocen y se han estudiado muchos tipos de agresividad, que han sido clasificadas teniendo en cuenta una serie de parámetros de valoración, entre los que hay que contar con lo empírico, es decir, la observación, y sin duda con la valoración en el laboratorio de las respuestas hormonales mediadas por el sistema nervioso mediante los análisis de sangre pertinentes, como se ha hecho.  

Podemos decir que la agresividad, desde el punto de vista de la etología, es un comportamiento agonístico, es decir, un comportamiento social relacionado con la lucha. Ayuda a los animales a asegurar necesidades esenciales como el hábitat, el territorio, los alimentos y los compañeros sexuales. Resumiendo mucho, podremos hablar de agresividad ofensiva, defensiva y depredadora.

La agresividad ofensiva y defensiva se da en todas las especies, mientras que la depredadora solo se daría en carnívoros y omnívoros, categorías a las que sin duda los rumiantes herbívoros no pertenecen, de momento, porque del toro de lidia nos podemos esperar cualquier cosa. La agresividad defensiva y ofensiva no se reconocen como agradables para el ser vivo que las desarrolla, ya que no se obtiene ningún refuerzo positivo de ellas, salvo que se sea un sádico o un psicópata, que no es el caso de los toros, mientras que la depredadora sí lo es, ya que se obtiene un beneficio, el alimento, aunque no sea el único. Bueno, en realidad he leído que hay taurinos que consideran al toro un psicópata, como el ganadero Juan Pedro Domecq: «El toro es un psicópata que ataca sin pensar en defenderse«. Hasta ahí llegan.

Ampliando la clasificación planteada podríamos hacer diversas subdivisiones de estos tipos de agresividad: la competitiva, en la que dos individuos intentan acceder al mismo recurso a la vez; la jerárquica, en la que dos individuos intentan establecer una relación de dominancia-subordinación; la que se desarrolla por miedo, que consistiría en la respuesta que se tiene ante estímulos que suponen amenaza para el animal, preferentemente cuando éste no puede huir y la territorial, que sería aquella que despliega un individuo cuando otro de la misma especie invade un área normalmente ocupada por otro o por un grupo de ellos. He apuntado de la misma especie, aunque podemos establecer excepciones, como la de la agresividad que desarrollan el perro o el gato, que son predadores, contra una especie diferente a la suya, la humana en concreto, en determinadas circunstancias. Además, podemos hablar de la agresión maternal con la que una madre, una pareja o un grupo, defienden a sus crías y que se da en prácticamente en todas las especies.

Existen por tanto agresiones entre individuos o grupos de individuos de la misma especie, intraespecie (intraespecífica), y entre individuos o grupos de distinta especie, interespecie (interespecífica).

Por lo que respecta al toro que se encuentra en el ruedo de una plaza, es evidente que hay algunos de los tipos de agresiones, de las que he hablado, que podríamos excluir sin demasiado problema, porque es de sentido común, pero dadas las discrepancias entre los taurinos y nosotros, haré un esfuerzo para dar cabida a casi todas.

Es evidente que se trata de una agresión interespecífica, en eso estamos todos de acuerdo:

¿Combate el toro, al que califican de animal irracional, por un recurso, desarrollando el deseo de poseer «algo» que se encuentra en la arena de la plaza en la que es lidiado por un animal de otra especie, el ser humano? ¿Qué recurso defiende? ¿Qué le motiva? ¿Qué rentabilidad obtiene de ese comportamiento? ¿Combate por depredar a los animales de otras especies que se encuentran en la arena? ¿Compite por defender un territorio desconocido para él hasta ese mismo instante y que ni tan siquiera tiene tiempo de reconocer, habiendo tenido que afrontar el primer estímulo doloroso antes de salir por la puerta de chiqueros, la colocación de la divisa en su morrillo? ¿Qué tipo de ataque desarrolla el toro en estas circunstancias? ¿Es ofensivo o defensivo? ¿Quién es el que le crea los estímulos emocionales negativos para incitar su ataque? ¿Quién es el que ha desarrollado y estructurado las reglas de un combate en el que estos animales tienen que poner en marcha sus recursos defensivos adquiridos en base al instinto y al aprendizaje? ¿Hay algo en ese espacio que tenga que defender desarrollando una conducta agresiva ofensiva o de ataque? ¿Puede desencadenarse una lucha por el territorio entre un animal que no es depredador, según su escala evolutiva, y otro que sí lo es, teniendo en cuenta, como se reconoce, que: «el toro siente que sus ataques defensivos frente a estímulos externos no suelen tener éxito y se siente frustrado» (Gil Cabrera)? ¿Se pueden intentar establecer jerarquías interespecie entre predadores y no predadores? ¿Podemos dar por bueno que determinados ejemplares de toro de lidia desarrollen una agresión territorial en la plaza cuando el torero invade su terreno, que llamamos zona de fuga, «que se le va haciendo más pequeña debido al cansancio y a la habituación» (Gil Cabrera)? Siendo cierto que los bovinos tienen lo que se conoce como zona de fuga en el territorio en el que habitan, nos resulta complicado aceptar que ésta exista en el pequeño espacio que supone un ruedo y que acaban de conocer por primera vez. Se dice que si el toro tuviera miedo huiría, pero que no lo hace, salvo aquellos que deciden saltar la barrera y huir por las andanadas o por el callejón o correr, como hacen en los encierros por las calles de una ciudad mientras están agrupados en manada. Quizás, si dejaran la puerta de chiqueros abierta durante toda la lidia, podríamos ver otro tipo de comportamiento, si se les permitiera elegir y se les diera el tiempo adecuado para hacerlo. Creo que hasta el momento esta sugerencia nunca ha sido puesta en práctica, reconociendo que, cuando un toro es devuelto a los chiqueros tienen que salir los mansos o cabestros para guiarle hacía ese lugar. Igual el toro no quiere volver al sitio en el que estuvo enchiquerado y se le aplicó la divisa. Seguramente sea esa duda la que podría retardar la fuga por ese lugar, siendo cierto que los toros lidiados, cuando se sienten agotados y moribundos, si están cerca de las tablas, y pueden aún mover su peso, aunque sea de forma vacilante, buscan esa salida; es una de las secuencias de imágenes más terribles que yo he visto en un coso taurino, en la plaza de toros de Las Ventas, y que documenté hace tiempo con este reportaje fotográfico.

¿Es extraordinario que se considere un don especial que una raza bovina criada y diseñada para ser lidiada, se defienda de las agresiones a la que se le somete en una plaza de toros? ¿Justifica esto, en cualquier caso, su maltrato y su tortura? ¿Justifica esto su crianza? Para los taurinos, sí, para nosotros, no.   

Nosotros creemos que todos, absolutamente todos los toros que se lidian en las plazas, tengan más o menos serotonina, responden con lo que se conoce agresividad defensiva, que será si se quiere más o menos intensa en función de eso que llaman bravura, pero que nada tiene que ver con competir por un recurso, dominar un territorio o acabar con la vida de un torero o de alguno de sus subalternos. El toro desarrolla una agresión defensiva mediada por el miedo, el estrés, y el dolor que padece, estímulos negativos que empieza a percibir y sentir desde el momento en que sale de su ganadería y que acaban cuando muere en la plaza.

Estos animales defienden algo que dicen que no conocen, de lo que no tienen conciencia, su vida, y luchan por evitar algo que tampoco saben qué es, según dicen, la muerte ¿Paradojas? Es probable que no, porque la lucha y la huída son mecanismos de defensa que se ponen en marcha ante situaciones de estrés y de dolor, y que además son dos de los ejes para la supervivencia de los que naturaleza nos ha dotado a todos los seres vivos.

Sobre la respuesta al dolor

Sobre la respuesta al dolor de estos animales, de lo que ya he apuntado algunas cosas anteriormente, de ser cierto que los toros lidiados se liberan en gran parte de esa desagradable sensación, como se afirma en una de la tesis mencionadas, considero que se han obviado muchas causas que provocan la descarga de endorfinas en todos los mamíferos, y ninguna es agradable. A saber: heridas, traumatismos, ejercicio físico extenuante, lesiones musculares en forma de miopatías, hipoxia o falta de oxígeno, deshidratación, hipovolemia, inmunosupresión, exceso de lactato en sangre y tejidos (acidosis metabólica), hambre, sed, exceso de azúcar en sangre (hiperglucemia), y por supuesto dolor y estrés. Todas están presentes en los toros lidiados y muertos en la plaza, así que: ¿qué hay de extraño en que presenten altas concentraciones de estas hormonas? Es evidente que su organismo hace lo que la naturaleza le obliga a hacer, y no hay nada de extraordinario ¿Algún otro animal fue lidiado y se valoró su respuesta a través de los opiáceos endógenos? ¿Por qué no se cuantificaron y cualificaron las betaendorfinas que se producen en estos animales como respuesta a todas las alteraciones mencionadas, y se particularizaron como respuesta al dolor? La respuesta es sencilla: porque no se puede y porque no les interesa hacerlo, aunque en un principio apuntaron que iban a ser capaces de contar los receptores del dolor bloqueados por estas hormonas. Ésta es, sin duda, la interpretación parcial del estudio y de sus resultados, la que hacen los taurinos, los sofistas, y es la equivocación que cometen.

No se puede decir que la lidia les estrese poco, cuando las betaendorfinas se reconocen como un marcador claro del estrés. No se puede utilizar el cortisol como único medidor del estrés, porque su determinación solo es válida cuando el sistema nervioso central está íntegro, y durante la lidia ha sufrido importantes daños, aunque nos hablen de unos extraños artefactos implantados en los toros (microchips que recolectan sangre a través de la orden dada por un mando a distancia), que permitieron la obtención seriada de muestras de sangre después de cada tercio, de los que por cierto nada se dice en la tesis de don Luis Alberto Centenera Rozas, y aunque de forma engañosa se nos quiera hacer creer que el estrés que sufre un toro durante la inmovilización en un mueco para ser medicado, es menor o igual que la de un bovino manso cuando va a ser inmovilizado para ser sacrificado ¿Pero no era la inmovilización y el transporte lo que producía mayor estrés en esta raza demoniaca e irascible, mucho más que la lidia? A ver si ahora va a resultar que los toros de lidia, que llegan a perder hasta 20 kilos en los camiones durante su transporte, son mansos de solemnidad y adelgazan para ponerse a régimen antes de ser lidiados ¿En qué quedamos? Contradicciones. Aquí cuentan mucho los tiempos de respuesta ante el estrés en cuanto a la descarga de cada una de las hormonas que se valoran  y en cada una de las circunstancias mencionadas, inmovilización, transporte, y lidia, pero no me voy a detener en explicarlo porque hay estudios que avalan lo que estoy afirmando. Lo saben, pero lo ocultan.

Se dice que los enfermos críticos tienen anulada o disminuida la respuesta al estrés a través de la glándula adrenal, que es la que se ocupa de producir la descarga de cortisol en estas situaciones; se dice que la descarga de ACTH (precursor del cortisol) y de betaendorfinas, se produce de forma simultánea (de hecho tienen el mismo precursor, la POMC) y que retardan la producción de cortisol en situaciones de estrés y de dolor ¿Podemos considerar que el estado del toro al final de la lidia es crítico? Sin duda.

Pero volvamos a las betaendorfinas:

Sobre estas hormonas se afirma que son las del placer y de la felicidad, y así lo expresaba el profesor Illera en la entrevista que le hacían en la revista 6 toros 6, en la que hablaba de su hipótesis. También afirmaba que los toros tienen 60 litros de sangre, cuando en realidad un toro de 500 kilos tiene 37,5 litros aproximadamente. Cuestión baladí para el tema que estamos tratando. También afirmó hace años que los toros de lidia no tienen memoria, y tuvo que rectificar. Cualquiera puede equivocarse, aunque se sea profesor, como lo hice yo, que no lo soy, al multiplicar mililitros de sangre por kilo de peso. En lo que no me equivoqué fue en el volumen total de sangre que tiene un toro. El cirujano de toreros francés lo cuantificó en 48 litros. Don Julio Fernández Sanz corroboró el dato que yo apunté.

Las betaendorfinas se calificaron como las hormonas del placer porque se decía que se producían durante el orgasmo tanto en hombres como en mujeres. Tenemos dos estudios publicados en revistas científicas de primer nivel que niegan esta circunstancia. También han sido catalogadas como las de la felicidad, porque se afirmaba que esa sensación placentera que nos embarga después de realizar un ejercicio físico está provocada por estas sustancias, que actuarían en nuestro cerebro como una droga adictiva, y que por eso se está de mal humor cuando no se ha podido hacer ese ejercicio al que hemos habituado a nuestro cuerpo (?). Pongo la interrogación porque esto es lo que se afirmó en el programa. Hoy sabemos, por numerosos estudios científicos publicados sobre medicina deportiva, que se descargan en grandes cantidades en aquellas personas y animales que han sido sometidas a un ejercicio físico para el que no estaban entrenados, es decir, debido al sobreesfuerzo, que evidentemente no provoca ninguna sensación placentera. Hay estudios comparativos que lo constatan. No se es feliz o no se siente placer cuando el organismo está cargado de lactato, como le ocurre al toro a lo largo de la lidia o de forma parecida, pero no tan dramática, a esos deportistas que sobrepasaron su nivel de preparación física y que sufrieron acidosis metabólica por lactato en mayor o menor grado. Este estado de sufrimiento orgánico es una complicación para cualquier enfermo en una UCI de un hospital y empeora de forma clara el pronóstico médico. El toro tiene que transformar un ejercicio corto y de mucha intensidad, el de sus embestidas, que debería ser anaeróbico (sin oxígeno), en aérobico (con oxígeno), para intentar generar la energía necesaria a través de la glucosa, el glucógeno y los lípidos, y adaptarse al desgaste físico de la lidia, y ése es su fracaso, como rumiante que es. Se reconoce que las fibras musculares de los toros de lidia tienen muy poca capacidad oxidativa, es decir, son incapaces de generar energía a través del oxígeno. De hecho hay estudios que dicen que los toros, durante la lidia, solo están realmente en movimiento 387 segundos (7 minutos), es decir, 1/3 de la misma y «curiosamente» acaban agotados. Dejo un par de enlaces para entender de lo que estoy hablando y lo que la ciencia afirma: enlace y enlace. Tenemos unos cuantos  estudios más al respecto. En el programa afirmé que la acidosis láctica o metabólica es un parámetro inequívoco de sufrimiento en los bovinos, y no es que lo diga sólo yo, sino estudios como éstos, aunque al veterinario Fernández Sanz le hiciera gracia mi comentario: «Factores limitantes del rendimiento físico del toro durante la lidia» y «Correlación entre el pH sanguíneo de reses lidiadas y diversos parámetros hemáticos«. Hay algunos estudios más sobre este tema.

También se afirmó que esa sensación placentera que siente la mujer cuando da de mamar a su hijo está provocada por estas hormonas. Lo cierto es que su descarga parece estar relacionada con la producción de prolactina, que todo el mundo conoce para qué sirve en esa circunstancia, y se relaciona con la amenorrea en la especie humana y con el alargamiento de los periodos de anestro o lo que es lo mismo, el reposo sexual en otras especies, que es necesario y vital en ellas cuando una hembra está recién parida y se produce la lactación. De hecho la hormona que produce ese apego de la madre al bebé que amamanta y cría, es la oxitocina, a la que algunos llaman la «hormona del amor».

Lo cierto es que la pérdida de sangre en ratas de laboratorio provoca que estas hormonas cuadrupliquen su valor; Los niños que nacen de partos complicados con riesgo para su vida, tienen altos niveles de opiáceos endógenos y más aún si tienen altos niveles de azúcar en sangre (hiperglucemia); se dijo en el programa que los niños al nacer están narcotizados por las endorfinas (?); lo cierto es que los niños sometidos a cirugías más agresivas tienen más altos niveles de estas hormonas, que aquellos sometidos a procesos quirúrgicos más benignos. Lo cierto es que en los casos de hipoxia (falta de oxígeno) y de apneas en lechones y corderos recién nacidos, y en el golpe de calor, hay altos niveles de ellas en la sangre, como lo hay en algunas patologías cardiacas y en las isquemias. Lo cierto es que en ratas de laboratorio que sufrieron quemaduras, las betaendorfinas se elevaron de forma considerable. En estudios sobre diversos tipos de traumatismos, los más graves eran los que más índices de estas sustancias revelaban. El shock hemorrágico provoca la activación inmediata del sistema opioide endógeno como respuesta al estrés. Otra causa de que estas hormonas se produzcan en gran cantidad es la depresión cardiovascular en perros. Lo cierto es que cuando hay sufrimiento, los opiáceos endógenos se elevan de forma considerable en todos los animales, y el toro de lidia no es la excepción. Lo cierto es que la descarga de betaendorfinas es proporcional al trauma y a la gravedad del mismo. Lo cierto es que Chernov, en 1987 dijo: «La magnitud de las respuestas metabólicas, hormonales y hemodinámicas en cirugía, son proporcionales a la lesión quirúrgica«. Me dirán que no hay nada parecido a una operación quirúrgica en la lidia de un toro, pero: ¿están seguros? Ya se apuntó que las betaendorfinas descargadas por situaciones de estrés puede que no tengan poder analgésico, que retardan la respuesta al mismo a través del cortisol, y que en grandes cantidades pueden ser negativas para la vida de el organismo que las produce. Lo cierto es que «el toro sí sufre», y no entendemos cómo se puede cuestionar. Y termino con  los «ciertos», aunque hay muchos más: las betaendorfinas más potentes que se conocen en la actualidad son las que producen los elefantes, siete veces más que las de la especie humana cuando se inoculan de forma directa en una estructura nerviosa que se llaman núcleo paraventricular (situado en el hipotálamo), en ratas de laboratorio sometidas a estímulos dolorosos y estresantes para ellas como es poner en contacto con sus colas un estímulo térmico de calor. Ya les imagino probando el experimento con las endorfinas de los toros lidiados. No lo hagan porque no cambiará nada de lo que hemos comentado hasta ahora.

En cuanto al parto de la mujer y la descarga de estas hormonas, lo que deja claro la ciencia, por mucho que se pretenda manipular lo que sostenemos, en base a comparativas entre toros lidiados y humanos, es que, aquellas que sintieron menos dolor fueron las que menos descargaron y viceversa, de la misma manera que aquellas a las que estresó más el hecho de dar a luz, eran las más produjeron y viceversa. ¿Queda claro? Los toros producirán la cantidad que les corresponde en base a sufrimiento y especie a la que pertenecen, y las mujeres de parto las que su organismo sea capaz en función de lo que la situación que padecen requiera a nivel emocional y físico.

Por mucho opiáceo endógeno, por mucha o poca serotonina, por mucha dopamina, por mucha vasopresina, por mucho o poco GABA, por mucha o poca ACTH, por mucho o poco cortisol, por mucha o poca POMC, por mucha o poca química que ustedes echen en el cóctel que resulta del sufrimiento de estos animales, en definitiva, de la tortura en forma de rito taurino, va a dar lo mismo, porque la evidencia científica dice que «el toro sí sufre».

¿Cómo se han sufragado las cientos de determinaciones de serotonina, POMC, ACTH, cortisol, betaendorfinas, y metencefalinas, realizadas en un laboratorio público, el de la Facultad de Veterinaria de Madrid de la UCM, y las cientos de horas de trabajo que sin duda han sido invertidas? ¿Cuánto ha costado cada determinación hormonal? ¿Se ha financiado con dinero público o por encargo de alguna entidad privada deseosa de dotar a los defensores de la tauromaquia del argumento definitivo, el de que «el toro no sufre»? No estaría de más que nos lo explicaran dadas las penurias económicas por las que sabemos que pasó la facultad de veterinaria en esos años.   

Sobre otros tópicos y sofismas taurinos

Durante el transcurso del programa se oyeron otro tipo de afirmaciones, aparte de las discrepancias en cuanto a lo meramente científico, es decir, a las respuestas neuroendocrinas que he descrito anteriormente.

Se afirmó que no hay derechos de los animales, puesto que no tienen deberes. Personalmente me da igual cómo se llame a la obligación que tiene el ser humano de no maltratarlos, de no hacerles sufrir salvo por causas justificadas (que las hay, como por ejemplo, cuando ponemos en marcha procedimientos médicos para su curación o lo que es lo mismo, para garantizar su bienestar), de evitarles enfermedades, de procurarles los cuidados necesarios cuando las tienen, de ser compasivos con ellos.  

Claro que, si se pone sobre la mesa de debate el argumento de que en el «Libro del Génesis» se invita a la especie humana a disponer del resto de los  animales según nuestras necesidades, animales a los que se calificó de irracionales, uno ya no está para según qué cosas. Esto es lo que se conoce como antropocentrismo, en este caso religioso, que cuando se defiende debería acompañarse de explicaciones sobre cómo es posible que exista un proceso que se llama aprendizaje, que se reconoce en los animales no humanos, en esos seres vivos supuestamente irracionales; denles ustedes un poco de racionalidad, aunque sólo sea un poquito. Lo mismo sucede cuando se establecen comparaciones entre un boxeador, que se afirmó que es feliz cuando combate en un cuadrilátero, con la felicidad que, según sostienen, puede sentir un toro embistiendo contra un caballo, el del picador o el del rejoneador, o persiguiendo una muleta, la del torero.

También se afirmó que se puede sentir dolor, pero que éste no supone sufrimiento. Que hay que precisar lo que es el maltrato animal, porque no es lo mismo dejar sin agua a un caballo durante 7 días, que sí lo sería, pero que no lo es hacer lo mismo con un camello, o que sí es maltrato someter a una cabra a una temperatura de 50 grados bajo cero, pero que no lo es hacerlo con un pingüino.

También se afirmó que todos, como el toro al final de la lidia, moriremos por asfixia, de una u otra manera, en más o menos tiempo, y con mayor o menor sufrimiento. Espero que mi muerte por asfixia no sea provocada por una hemorragia torácica después de haberme insertado una espada en mis pulmones, de tamaño proporcional a mi tamaño, y que luego no me claven un puñal (puntilla) en mi tronco encefálico, que es lo que se les hace a los toros, previa o no, sección de la médula espinal con el descabello. Les recuerdo que la puntilla como método de sacrificio fue prohibida en los mataderos de los países de la Unión Europea por considerarse una práctica cruel. Según don Jean Michael Gouffrant , al capellán de la plaza de toros de Bayona no le importaría morir de esta manera habiendo vivido hasta entonces como un rey, tal y como dicen que lo hace el toro de lidia. Creo recordar que Joaquín Sabina desea reencarnarse en toro de lidia. Más o menos es lo mismo.    

También se afirmó que todos en la vida sufrimos, que el estrés vive con nosotros, que los niños cuando van al colegio se estresan, como lo hace un cirujano cuando se enfrenta a una operación sumamente complicada para su paciente; maticé que eso es estrés adaptativo, puntual, y no estrés crónico, que Gil Cabrera reconoce, como lo hacen otros estudios sobre el toro y su lidia.

El toro, según su criterio, está preparado para luchar y para enfrentarse a ese combate sin demasiados problemas, aunque se reconoció que ese ataque no tiene como fin matar, comparándolo con el que pone en acción un león a la hora de atacar a su presa ¿En qué quedamos? ¿Cuál es el fin del ataque del toro? Se comparó el deseo del toro por embestir, como inhibidor de su sufrimiento físico o de su cansancio emocional, con el de un ciclista que en una etapa de montaña está a punto de cruzar triunfador la línea de meta, o con el alpinista que está a punto a alcanzar la cumbre de una montaña; el deseo de obtener el éxito o el triunfo, y ver resultados al esfuerzo, en forma de emociones positivas, haría que el dolor físico que pueden sentir estos deportistas desaparezca, como le ocurre al toro durante su lidia, que cumple con lo esperado y ve colmadas sus metas y deseos al atacar y combatir para defender su territorio, el del ruedo de la plaza, ese pequeño espacio al que fue conducido y en el que fue confinado sin mediar su voluntad. Se otorga a este animal una racionalidad que por otra parte se le niega, la del éxito y el premio al esfuerzo. Esto sí que es una paradoja.  

Y también se habló de ética, de que los abolicionistas de la tauromaquia no podemos cuestionar la del aficionado o de los que viven del toro de lidia. Se afirmó que las éticas son muchas, que pueden depender de la finalidad de las acciones; que los actos morales dependen de la voluntad con que se hagan y de la interpretación que se dé a los mismos. Provocar dolor y sufrimiento a un animal en el contexto de una lidia es moralmente aceptable, porque es para lo único que sirve, afirmaron.

Y se habló de arte, de cultura, de los muchos artistas que han encumbrado la tauromaquia en sus trabajos, de las excelencias de la carne de estos animales, de su excelente nutrición, de las dehesas, de la biodiversidad que atesoran, de la desaparición de esta raza única sin tauromaquia, de los importantes ingresos económicos que reporta, de los puestos de trabajo que genera, de la libertad de los ciudadanos para ir a las plazas, de que debemos dejarles disfrutar de algo que les emociona. A todo esto ya hemos contestado en muchas ocasiones, y no tiene sentido volver sobre ello; en nuestra página web hay mucha información al respecto.

Se dijo que existen más 1000 ganaderías de esta raza que garantizan su supervivencia, y 0 santuarios en los que los abolicionistas de la tauromaquia nos hayamos preocupado de preservarlos como prueba irrefutable de que no nos importa su extinción. Se me sugirió que parte del dinero que recibimos de organizaciones extranjeras para torpedear la tauromaquia, lo utilicemos en la creación de esos santuarios. Ya sabéis que ellos creen que hay millones de euros que se nos donan desde el maquiavélico lobby antitaurino y que incluso algunos nos lucramos con esta actividad. Entiendo que la preservación de esta raza es una cuestión del Estado y de los que viven de esta actividad, que deben ser los que se ocupen de que no desaparezca en caso de que la tauromaquia lo haga. Todo lo demás es echar el balón al lugar equivocado. Nos piden que sugiramos alternativas al sector, como si éste fuera nuestro problema. Se cuestionó que la tauromaquia pueda desaparecer cuando en España se celebraron durante 2015 aproximadamente 16.000 festejos populares; prohibir la tauromaquia sería como prohibir las góndolas en Venecia, un imposible, dijeron. Sí, oiga, pero las góndolas no sufren, contesté. Y tiene su «gracia» que un sector que se vanagloria de la selección exquisita de estos animales para su lidia en plaza, y que está muy preocupado por la conservación de sus ancestrales encastes o lo que es lo mismo por la riqueza genética que atesora la raza, se gane la vida criando animales para ser ensogados, embolados o alanceados, apunté. Surrealismo en su máxima expresión. Es inevitable cuestionar determinadas tradiciones y la tauromaquia no puede librarse de estarlo.   

Animales domésticos de compañía Vs Animales domésticos

Y dejo para el final algo sobre lo que el mundo taurino insiste mucho, que se nos cuestiona un día sí y otro también, y que es nuestra relación con los animales de compañía, y en concreto con los perros y gatos, esos animales a los que, según ellos, esclavizamos y esterilizamos, llegando a afirmar que los maltratamos por tenerlos entre cuatro paredes sin dejarles disfrutar de la libertad de vivir en contacto directo con la naturaleza. Comparan nuestro comportamiento con respecto a ellos con la idílica vida que llevan los toros de lidia en las ganaderías hasta que, con 4 o 5 años, son llevados a la plaza para morir en tan sólo 15-20 minutos, dándoles la oportunidad de salvar su vida con el indulto. Sobre su vida en las ganaderías de lidia ya publiqué un artículo hace unos meses en el «Caballo de Nietzsche, que podéis leer aquí, así que, no tiene sentido gastar tiempo y espacio en este asunto. Y sobre el indulto también hemos redactado respuestas: solo se indultan un 0,9% de los animales lidiados en plazas de primera y segunda categoría, y muchos de ellos mueren antes o después de ser trasladados a sus ganaderías e incluso meses después. Ahora ya los indultan en algunas plazas de tercera para ver si engordan las estadísticas. Las hemerotecas están para ser consultadas: «Idílico», un toro indultado por José Tomás en Barcelona, murió meses después de una enfermedad infecciosa que no pudo superar. Según su ganadero, el estrés de la lidia le produjo una bajada de defensas, inmunosupresión, dejando, eso sí, 66 hijos. Parece ser que la lidia les estresa poco, pero les pasa factura en casos como éste.

Aquí tenéis el parte veterinario y las declaraciones de su mayoral sobre un toro de nombre «Ingrato», indultado en Nimes (Francia) por José Tomás, copiado de un blog taurino, y que resume muy bien lo que es la lidia para ellos:

Perdió 50 kilos durante la lidia. Salió de la arena con 43º C de temperatura. Tenía otra mirada al salir de la plaza, seguramente por el miedo que había pasado. Los dos puyazos le abrieron dos trayectos: uno de 35 cm y otro de 22 cm. Las banderillas le abrieron 6 trayectos de 10 cm.  Tenía una herida de 12 cm debida a la divisa. Salió de la plaza angustiado, sangrando, aturdido, tembloroso, fatigado, desconcertado, deshidratado. Las 15 horas de viaje a la ganadería le hicieron perder otros 20 kilos.

¡Tremendo! Sin sufrimiento, con una adaptación casi perfecta, dicen. ¿Quién hace uso de sofismas? ¿Quiénes son los sofistas?

Como veterinario clínico de animales de compañía, que no tiene ni idea de bovinos, jamás se me pasó por la imaginación que mis pacientes sufran maltrato por parte de sus dueños, con las excepciones que todos los que trabajamos en el mundo de la protección animal conocemos. Jamás pensé que un perro que tiene alimento, agua, el calor de un hogar, compañía humana, aprecio por parte de sus dueños, posibilidades de pasear, correr y  de jugar, de relacionarse con otros individuos de su misma o de distinta especie, de recibir atenciones veterinarias cuando las necesita y de tener una muerta digna en forma de eutanasia cuando el inevitable momento llega, se pueda considerar maltratado. Sí, somos conscientes de que la cadena y el collar limitan su libertad en determinados momentos, pero hay normas que tenemos y debemos cumplir por su bien y por el nuestro. Les aseguro que los perros se adaptan a estos medios de sujeción mucho mejor que el toro a su lidia y a las manipulaciones que se les hacen en las ganaderías. Los toros de lidia, salvo los sementales, que son los menos, viven un máximo de 5 años, mientras que nuestros maltratados perros y gatos mueren, en la mayoría de las ocasiones, habiendo colmado sus expectativas de vida según la especie a la que pertenecen, y hemos conseguido, en base a los excelentes cuidados que les damos, que esta expectativa sea mayor año tras año. Y sí, algunos viven con sus enfermedades, unas agudas, otras crónicas, y con sus achaques cuando se hacen mayores como todos nosotros, para que los veterinarios clínicos de pequeños animales nos lucremos, como lo hacen las grandes empresas que comercializan productos y medicamentos para nuestros animales de compañía, ese lobby que confabula y desarrolla estrategias para acabar con la tauromaquia desde diversos lugares del mundo y que financia los trípticos que AVATMA editó hace tiempo para darle voz al toro lidiado. A quién se le ocurre hacer hablar a un toro, me dijeron; a nosotros, a nosotros y lo haremos las veces que haga falta.  

Los últimos descubrimientos de la antropología nos dicen que el perro lleva junto al ser humano la friolera de 40.000 años. Quizás sea exagerado, pero aquí lo dejo constatado. Se ha llegado a decir que lo que produjo la transformación del lobo en perro doméstico fue una caricia, un contacto que les resultó agradable a algunos de aquellos ancestrales cánidos. Fue el lobo el que buscó la relación con nuestra especie, y no al revés, como una forma más sencilla de acceder al alimento y a cierta comodidad. Y es así como a lo largo de estos miles de años el perro ha ido transformándose y haciéndose dependiente de nosotros, y nosotros de ellos, para qué negarlo. Se ha establecido una simbiosis casi perfecta de la que ambas partes han obtenido beneficios. La transformación ha llegado hasta provocar cambios en los procesos digestivos de estos animales que pasaron de ser carnívoros estrictos a ser lo que hoy son, omnívoros. Y esto no quita que el ser humano haya cometido auténticas aberraciones en su selección y genética, con la creación de razas según las utilidades que se le antojaban, generando patologías congénitas y hereditarias que les pueden provocar serios padecimientos e incluso la muerte. Los perros son domésticos, sí, como el toro de lidia, pero también de compañía. ¿Quién puede negar que haber transformado un rumiante, en lo que es un toro de lidia, un animal peligroso cuando se encuentra ante determinadas situaciones de amenaza, no es una aberración genética dirigida a obtener un beneficio económico? ¿No es una aberración haber pretendido convertir a un bovino en un atleta, cosa que jamás conseguirán? ¿Se han olvidado ya qué fue lo que llevó a los ganaderos de bovinos domésticos de carne a seleccionar a los ejemplares más ariscos e irascibles para ser utilizados en los antiguos espectáculos taurinos? Respondo: que se pagaban a mejor precio, con diferencia. Lo de la descendencia directa de los uros salvajes, lo dejamos para otro día.  

Desde el mundo taurino se nos dice que los perros estarían mejor libres por el campo, que ése sería su deseo porque ésa es su naturaleza. El deseo de tener que buscar agua y comida, si es que la encuentran, el deseo de buscar en la basura y lamer charcos, el de estar expuestos a decenas de enfermedades, el de padecer frío o calor, el de ser perseguidos por los laceros, el de morir a tiros, el de ser atropellados en las vías públicas, el de recibir malos tratos y torturas, el de formar grupos o manadas para matar a otros animales; el de llevar lo que se conocía como «una vida de perros», el de ser tratado como ellos, al parecer, sugieren que habría que tratarlos, es decir, «como perros», el deseo de no recibir jamás una caricia. Es tan evidente su equivocación que no merece más líneas en esta exposición.

Y termino con el cansino y absurdo argumento de nuestra manía de extirparles testículos y ovarios para «castrar» sus deseos sexuales, de los que la naturaleza les ha dotado y de lo que no les dejamos disfrutar. Se tiene la costumbre, en este caso de forma clara, de recurrir al antropomorfismo, de eso que tanto se nos acusa cuando nos referimos a los animales no humanos. Se compara a los perros con los toros de lidia, que tienen sus «atributos» en su sitio, que digo que para qué les vale cuando van a morir con 2, 3, 4 o 5 años, y algunos con menos edad, y que jamás cubrieron a una vaca; ésas que cuando están en celo en otras zonas de la ganadería, les provocan intranquilidad y frustración; algo parecido a cuando un perro detecta el rastro de una perra en celo o se encuentra con ella, viendo frustrados sus deseos de apareamiento. Dicen que en las ganaderías de lidia los toros se montan unos a otros con cierta frecuencia, lo que provoca peleas entre ellos, e incluso los ganaderos, en los que en los libros que escriben, describen lo que llaman el toro «maricón» («a este toro lo han hecho maricón«, dicen), ése al que todos montan, e incluso hablan del toro «abochornado», de carácter pasivo y pusilánime, ése al que todos pegan y que opta por alejarse de la manada y que se vuelve muy peligroso para el hombre. Reconocen que a partir de los dos años los toros se masturban, eso sí, sin enviciarse (cito textualmente a Álvaro Domecq); menos mal, don Álvaro, menos mal. Los veterinarios clínicos de pequeños animales también sabemos algo de todo lo apuntado, se lo aseguro, en perros enteros, claro. Sea como fuere es evidente que los toros que van a morir en la plaza no pueden estar castrados, como sí lo están los que llaman bueyes o cabestros, los únicos «adiestrados», y a los que los toros imitan y obedecen, apuntan. Y lo peor de todo, volviendo al antropomorfismo, es que se compara la esterilización de un cánido, el perro e incluso la de un felino, el gato, con las secuelas de tipo emocional que tendría para un ser humano. Que llamen a Walt Disney, por favor. Estimados taurinos: las perras no menstrúan, y no tienen menopausia, se lo aseguro, y solo aceptan al macho con una finalidad, la reproductiva, cada seis meses. No le den más vueltas al tema.

La esterilización de nuestros animales de compañía es, para lo bueno y para lo malo, que también lo hay, aunque no me voy a detener en explicarlo, totalmente recomendable y necesaria, cuando en España, durante 2015, se contabilizaron 106.781 abandonos de perros y 33.410 abandonos de gatos, según el informe de la Fundación Affinity. Perros y gatos que deben ser rescatados, ubicados en perreras, albergues o casas de acogida, a los que hay que alimentar, que necesitan tratamientos veterinarios curativos y/o preventivos, y a los que hay que intentar encontrar una «cárcel», lo que por desgracia no ocurre con la frecuencia que sería deseable. La cruda y cruel realidad es que tan sólo se adoptan el 44% de ellos. Animales condenados a sufrir, aunque se procura que sea lo menos posible, tras unas jaulas de barrotes, con serios problemas de socialización, porque muchos de ellos fueron antes maltratados. Maltrato que quedará grabado en su memoria, que la tienen, y que en muchas ocasiones no serán capaces de superar a lo largo de sus vidas. ¿Esterilizamos o no esterilizamos? ¿Qué es entonces el maltrato? Nos acusan de querer la extinción del toro de lidia, y yo podría acusarles de querer la extinción de los cánidos domésticos de compañía, que de los salvajes ya se ocupan los cazadores y ganaderos.

En mi «cárcel», mi domicilio familiar, tenemos un galgo adoptado, que vivía en la libertad de la que la naturaleza le había dotado, y que ya de cachorro acabó siendo el balón de fútbol de un grupo de niños; balón que se pinchó cuando le fracturaron las dos extremidades posteriores, y dejó de tener utilidad. Fue operado, y hoy es un perro feliz, que come, bebe, corre, y disfruta de un hogar, aunque eso sí, de vez en cuando manifiesta sus miedos y temores ante algunas situaciones que le recuerdan su pasado; pero no guarda rencor, jamás ha mordido a un niño, con los que se relaciona perfectamente, aunque le cueste un poco más con las fregonas, las escobas y las tormentas. No soporta mojarse por la lluvia y lo olvidaba, está esterilizado, así que, no podrá tener hijos que puedan correr la misma suerte, la que tuvo cuando era más joven (lo dejo sin entrecomillar para que se entienda). Un galgo maltratado por nosotros, sin duda alguna. Una historia común para muchos perros, y en la que no hay nada de excepcional.

Excepcional es la excepción que contemplan las leyes de protección animal en España, país en el que el maltrato animal ya es delito según su código penal, aunque todavía queda mucho para que ese maltrato sea castigado adecuadamente; la excepcional excepción son los bovinos de raza de lidia, que pueden ser maltratados en las plazas de toros (salvo en Canarias y Cataluña), en las calles de nuestros pueblos, y en las ganaderías en las que viven. A ver si acabamos con esta excepcional excepción y con tantos sofistas y sus sofismas, que si has llegado hasta aquí ya sabes quiénes son. Gracias por haberlo hecho, aunque seas taurino.

José Enrique Zaldívar Laguía. Presidente de AVATMA.

      

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