Veterinarios VS Maltrato Animal

DE INDULTOS, VETERINARIOS Y MALTRATO ANIMAL 

SOBRE EL INDULTO AL TORO DE LIDIA

El día 19 de marzo, en el coso taurino de Valencia, y en el último festejo de la Feria de Fallas, un toro herrado con el número 111, de pelo colorado ojo de perdiz, con un peso de 532 kilos, nacido en diciembre de 2012, fue indultado. Su nombre, `Pasmoso´.

Uno de los argumentos más utilizados por los defensores de la tauromaquia es éste: `El toro de lidia es el único animal que muere con la posibilidad de matar a un hombre y el único que puede ganarse la vida´ o dicho de otro modo: `El toro de lidia es el único animal que tiene la posibilidad de ser indultado´.

El reglamento de espectáculos taurinos de 1996, el estatal, recoge en su artículo número 83 el indulto al toro, pero sólo lo autoriza cuando las lidias se celebren en plazas de primera y de segunda categoría. La realidad es muy diferente, ya que los indultos se producen mayoritariamente en plazas de tercera categoría en las que, en teoría, `la calidad´ y las `exigencias´ de los toros y novillos es menor. Es el juego que utiliza el sector taurino para intentar engordar las estadísticas de `perdonar vidas´.

Esto es lo que dice el artículo 83 del Reglamento en su punto 3 con respecto al indulto:

`Una vez efectuada la simulación de la suerte y clavado el arpón, se procederá a la devolución de la res a los corrales para proceder a su cura´

En la actualidad ya no se clava una banderilla en el toro indultado para simular la estocada, sino que el gesto simbólico se hace con la mano por parte del matador.

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La conmutación de la pena de muerte a `Pasmoso´ no deja de ser un `brindis al sol´ y ha servido para que una vez más los críticos taurinos denuncien la podredumbre del mundo del toro:

`La fiesta de los toros es una farsa, una obra grotesca´. `Los toreros dicen que los toros están gordos y lo acusan, no se mueven´. `Animales enfermizos, inválidos y lisiados´. `Los toreros han impuesto a los ganaderos y al público el toro simplemente noble que, como bien se sabe, es simplemente tonto´.

Son frases de Antonio Lorca, crítico taurino de el diario El País, que de nuevo arremetía contra el sector en este artículo de opinión, especialmente duro porque habla de la manipulación del toro, del fraude, en lo que sin duda los veterinarios tienen su responsabilidad: `¿quiénes somos los verdaderos antitaurinos de la modernidad.

Puede ser, por todo eso que, en cuanto un toro muestra fijeza, movilidad e interés por la muleta, algo realmente extraordinario en la actualidad, el presidente del festejo y el público se pongan de acuerdo, y desde el palco se enseñe el pañuelo naranja ordenando así la salida de los mansos para llevar al astado a los corrales y de allí de vuelta a su ganadería, en la que se verá si transmite a su descendencia, si es que llega a tenerla, alguna de esas casi quiméricas cualidades.

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En la temporada 2015 hubo 16 animales indultados en España de los aproximadamente 4.700 toros y novillos que se lidiaron, lo que en porcentajes supone poco más de un 0,34%. Sumando el resto de países en los que hay festejos taurinos, el número de indultos fue de 56, lo que eleva la cifra a un paupérrimo 0,46%. Podemos decir, por tanto, que indultar, como argumento para defender la tauromaquia, se queda en una mera anécdota. Ni siquiera el declive de los festejos taurinos en plaza puede justificarlo en base a una supuesta mayor selección: en el año 2010 se lidiaron 10.247 animales entre toros y novillos, es decir, 5.547 más que en la temporada de 2015. Las estadísticas oficiales del año pasado, del 2016, todavía no han sido publicadas por el Ministerio de Cultura, pero es previsible que marquen un nuevo descenso, que en el histórico 2007-2015 ya es de un 52,6% en lo que respecta a los festejos en plaza en sus diferentes modalidades.

¿QUÉ HACE UN VETERINARIO EN UN FESTEJO TAURINO?

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Se preguntará el lector qué tiene que ver todo lo que ha leído hasta ahora con el título del artículo; qué tiene que ver `Pasmoso´, el toro indultado, con los veterinarios y con el maltrato animal. Vamos a verlo.

Sirva de premisa que es indispensable la presencia de veterinarios en un festejo en plaza en el que se lidien toros o novillos e incluso becerros. Sus funciones quedan perfectamente delimitadas en los reglamentos. Incluso en lo que se conoce como festejos populares debe de haber veterinarios nombrados de forma oficial, salvo, de momento, en la Comunidad Valenciana.

Los veterinarios, por ejemplo, deben certificar que las diversas instalaciones de los cosos taurinos cumplen lo reglamentado según la categoría de la plaza (primera, segunda, tercera, portátiles, y otras), deben estar presentes en el desembarque de los animales desde el camión de transporte en el momento de su llegada, deben comprobar que todos los documentos están en regla, deben reconocer a los animales, a veces hasta en dos ocasiones, antes de la celebración del espectáculo, incluidos los caballos que vayan a intervenir si se trata de festejos con picadores, deben asesorar al presidente del festejo durante el desarrollo del mismo -aunque su opinión no sea vinculante-, y deben realizar el oportuno reconocimiento post mortem. Una vez hecha la inspección, los veterinarios tienen la capacidad y la obligación de desechar aquellos animales que por diversas circunstancias consideren oportuno para preservar la `integridad´ y la `pureza´ del espectáculo. Al final del festejo levantan un acta en el que quedaran reflejadas sus apreciaciones sobre todo aquello que les compete, aunque una cosa es opinar, que no lo hacen demasiadas veces para no complicarse la vida, y otra que se les haga caso:

Valga como ejemplo este histórico de la provincia de Ciudad Real (2001-2010) en el que se puede leer que un 20,6% de los toros reconocidos por los veterinarios antes del festejo fueron declarados por éstos no útiles para la lidia y que, a pesar de ello, el 42,1% fueron lidiados y otro 27,1% actuaron como sobreros. ¿Las razones? Mayoritariamente fraudes relacionados con la integridad de las defensas.

En el reglamento que he enlazado un poco más arriba, el de 1996, quedan especificadas todas las competencias que tienen los veterinarios con respecto a los espectáculos taurinos cuando están presentes durante su desarrollo.

En las corridas de toros y novilladas picadas habrá tres veterinarios y en el resto de festejos, dos.

INDULTO Y VETERINARIOS

Y vuelvo a `Pasmoso´, porque lo que ocurrió después de que este toro abandonara por su `propio pie´ la arena, ha generado una importante polémica sobre la actuación de los veterinarios que ese día estaban acreditados en la plaza de toros de Valencia. Es evidente que un toro lidiado parcialmente, y que ha sido indultado, al que se le han clavado la divisa, las puyas y las banderillas, y al que se le ha sometido a un intenso ejercicio físico para el que como rumiante no está preparado, llegará a los corrales necesitando, sin duda, atención veterinaria. Curiosamente, sobre este particular, el reglamento de espectáculos taurinos no dice nada, es decir, los facultativos nombrados no tienen ninguna obligación al respecto. Esto significa que el indulto es tan anecdótico que ni los mismos reglamentos contemplan cómo aliviar el dolor y el sufrimiento de esos animales en un primer momento por parte de los veterinarios, algo que debería ser prioritario.

 

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Primer tercio de la lidia, tercio de varas                                        

 

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Segundo tercio de la lidia: tercio de banderillas                                        
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Las caídas de los toros por agotamiento físico son habituales

 

Pues bien, diversos medios se han hecho eco de lo que pasó una vez que `Pasmoso´ entró herido, camino de su salvación, por la misma puerta que había salido minutos antes, la de toriles.

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`Pasmoso´, rodeado de cabestros, dispuesto a abandonar la arena
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La agonía de un toro poco antes de ser descabellado y apuntillado

Según el ganadero, Justo Hernández (hierro de Garcigrande), el equipo veterinario de la plaza se negó a efectuar las primeras curas de urgencia al animal en las dependencias del coso taurino: `los veterinarios no pudieron hacerse cargo de `Pasmoso´ porque al fin y al cabo ellos son funcionarios y estaban fuera de su jornada laboral´. «Tuve, dice, que poner a una persona para que le quitara las banderillas y le pusiera los primeros antibióticos antes de trasladarlo a nuestra finca de Salamanca. Añadía que los veterinarios de ese día estaban más pendientes de la burocracia que de la sanidad animal, y les importó muy poco el toro. Nuestro mayoral, Jesús Bernal, es un hombre que tiene mucho oficio en este sentido, ha curado muchos toros y por lo tanto `Pasmoso´ estaba en buenas manos», concluía.

Y la versión contraria no se hizo esperar, es decir, la de los veterinarios, que decían: `el ganadero reclamó nuestra ayuda para curarlo, pero luego lo canceló y nos dijo que se llevaba al toro tal y como estaba, y que le harían las curas en la ganadería´. `Me llamaron por teléfono y me dijeron que procediéramos a la cura, pero cuando iba hacía la clínica a por material y medicamentos, recibí otra llamada y me dijeron que no, que no hacían falta las curas, que el ganadero se lo llevaba y que ya le curarían allí´. `No obstante si el propietario del animal nos requiere para que le ayudemos, le echamos una mano´. `Nosotros teníamos todos los dispositivos preparados para curar al toro´. `Cuanto antes se le administre un antibiótico, más fácil son de controlar las infecciones´. `Hay que estabilizar el estrés y la inflamación´. Muchas veces es el veterinario del ganadero el que cura al animal, pero yo, decía Gerardo Rojo, he curado otros toros indultados por solidaridad y por afición, y sólo cobré los medicamentos; también afirmaba haber cosido caballos de rejoneadores a coste cero, por ayudar, y lo he hecho por `la puta jeta´. Estas declaraciones aparecían al día siguiente del indulto a `Pasmoso´ en la edición en papel de el diario Levante. Esto es lo que manifestaban los profesionales que evidentemente cobraron por ejercer de veterinarios durante el festejo para el que fueron nombrados y debidamente acreditados. Menos mal que están dispuestos a echar una mano si se lo piden.

Lo cierto es que `Pasmoso´ salió a las 23:00 horas del domingo de la plaza de toros de Valencia, sin haber recibido atención veterinaria, y llegó a su ganadería en Salamanca el lunes por la mañana, un viaje de algo más de 530 kilómetros, que para un animal herido y agotado tras su lidia debió de ser un infierno. Suponemos que allí, porque así lo cuenta el ganadero, se le realizó una cura profunda de las heridas sufridas y se le extrajeron de sus músculos los arpones de las banderillas, que no los palos en los que van éstos sujetos, que al parecer se los habían quitado en la plaza. Es la versión que se ha dado. ¿Nos las creemos? Quizá este ganadero, aunque lo dudo, tuvo más consideración que este otro, que además es veterinario, Victorino Martín, que no tuvo el menor reparo en grabar cómo le quitaba los arpones en vivo a uno de sus toros indultado en Illescas, en la misma plaza, una vez terminada su lidia. Como se puede ver en las imágenes, ante el dolor que manifiesta `Platónico´, a pesar de encontrarse agotado, deciden atarlo para curarle bien y `no hacerle sufrir´. Menos mal, `compañero´. Seguramente las endorfinas que descargó su organismo durante la lidia, habían dejado de ejercer sus `poderes mágicos´. Evidentemente la intervención `quirúrgica´ a la que sometió a este toro, cuchillo en mano, no está grabada entera y cualquier tipo de sedación brilla por su ausencia. Me temo que tampoco hubo analgesia previa. El `consuelo´ es que fue atendido por el profesional acreditado y cualificado para ello, que volvía a ser su propietario tras el indulto, y no por su mayoral. Los toros indultados deben ser recomprados por el ganadero al empresario que los adquirió para su lidia.

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Divisa: Mide 8 cm, con un doble arpón de 3cm de largo y 1,6cm de ancho. Se clava en el cuello o morrillo del toro antes de salir al ruedo.

`Pasmoso´, el toro de Garcigrande, parece que se recupera bien, y me alegro, aunque habrá que esperar unos días para ver si lo ha hecho al cien por cien, para que pueda padrear, a partir de octubre, a las 40 vacas que le serán asignadas. En algunas páginas taurinas ya se pueden ver fotos de este toro mirando atentamente a la cámara, eso sí, cogido desde su `perfil bueno´, el que no muestra sus heridas de `guerra´.

La peor lesión que tenía `Pasmoso´, según cuentan, era la que había provocado el arpón de la divisa, ya que se había hundido para adentro y había que sacarlo sin hacer grandes destrozos, además de los que ya llevaba en su cuerpo el animal. Lo mismo, parece ser, le pasaba al toro de Victorino, el del vídeo, al que no le podían quitar el doble arpón, o a `Belador´, un animal indultado por Ortega Cano en 1982 en Madrid, que presentaba, aparte de los desgarros ocasionados por los arpones de las banderillas, tres grandes boquetes como consecuencia de otros tantos puyazos. Además, apunta el cronista taurino, los más graves eran uno en el costado y sobre todo otro justo en la cruz dónde, además de la puya, había penetrado la banderilla con la que el torero simuló la suerte de matar; `con tanta decisión y fuerza la clavó el diestro, que de poco lo mata de verdad´, decía en su descripción de los hechos.

En resumen, la cura de un toro indultado no es competencia de los veterinarios, ya que están para garantizar que los toros que serán lidiados son aptos, que poseen el trapío adecuado según la categoría de la plaza, y que no presentan defectos, es decir, para dar el visto bueno al calvario por el que pasarán y por supuesto para certificar su muerte, y la trazabilidad de su carne. En el artículo 83 del reglamento, como hemos visto, se habla de la cura del animal, pero no se específica quién debe realizarla. Lo que está claro es que, en este caso, no fue un veterinario el encargado de hacerla y de suministrar los imprescindibles antibióticos, sino el mayoral, que sabemos que no está capacitado ni autorizado legalmente para prescribirlos o para utilizarlos.

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FESTEJOS TAURINOS VS VETERINARIOS: PRESENTE Y FUTURO DE NUESTRA PROFESIÓN CON RESPECTO AL MALTRATO ANIMAL

Y llegados a este punto haré una llamada a la reflexión:

¿puede un veterinario, en este caso tres, los nombrados para este festejo, certificar que una serie de toros o de novillos están sanos, carecen de defectos, y tienen el trapío adecuado para ser maltratados hasta darles muerte?

¿Es esto compatible con nuestra profesión? Utilizando la terminología taurina y para entendernos, el trapío son esas cualidades externas que pueden ser valoradas en estos animales por la mera observación, sus rasgos morfológicos, su fenotipo. Conforme aumenta la categoría de la plaza las exigencias, en cuanto a esas características, son mayores, se valoran más, y se pagan mejor.

Con esa reflexión en forma de pregunta, el debate está servido; de hecho y afortunadamente, la discusión existe dentro de nuestra profesión, la de los veterinarios, pero no sólo en España, sino en todos los países en los que la tauromaquia es una actividad legal. El año pasado, L´Ordre National des Vétérinaires, el máximo órgano de representación de nuestros compañeros franceses, ya hizo un llamamiento al colectivo para que reflexionase sobre su vinculación con la tauromaquia, y más concretamente respecto a los festejos taurinos en plaza, y lo hizo por petición de la COVAC, la asociación hermana de AVATMA en ese país. L´Ordre invitaba a los veterinarios franceses a que se interrogaran sobre su posicionamiento frente a la tauromaquia, tanto desde el punto de vista de la ética personal como desde el punto de vista de la dignidad profesional.

Como veterinario abolicionista de la tauromaquia y del maltrato animal sé que, desde hace poco, se está produciendo un inevitable cambio en nuestra profesión. No podía ser de otra manera en un colectivo parcialmente anquilosado en el pasado y que ha tardado demasiado tiempo en darse cuenta de lo que la sociedad ya le exigía: un mayor compromiso con los animales y con su bienestar. Por desgracia, parece ser, que a algunos les cuesta desperezarse ante las tradiciones y afrontar determinados retos que ya son ineludibles. Sin duda ha sido el sector de clínicos de animales de compañía el que en primer lugar aceptó y entendió este `desafío´, el que tendrán que aceptar sí o sí, aquellos que trabajan con los animales de producción y por supuesto aquellos que dedican una parte de su trabajo a los espectáculos taurinos y a otras actividades que, aún siendo legales, suponen sufrimiento evitable para los animales que lo padecen. No creo que haya que recordarlas, pero lo hago: circos con animales, zoos, delfinarios… Es evidente que mientras haya animales sometidos a esos tipos de explotación, sean domésticos o salvajes, los veterinarios tendremos que estar allí para atenderles y tratar de paliar sus alteraciones físicas y emocionales, su sufrimiento, y esto, querido lector, en la mayoría de las ocasiones, no en todas, no es colaboracionismo, sino obligación. Lo apunto porque desde diversos sectores del `animalismo´, que yo califico de `talibanes´, se gestan y se ponen en práctica ataques furibundos a nuestro colectivo, que nacen del desconocimiento más absoluto de lo que es y a lo que se debe un veterinario.

Nuestro lema, `higia pecoris, salus populi´, no es el cajón de sastre en el que podamos meter todo lo que nos resulta cómodo y lo que nos incomoda, pero ahí está y resume en gran medida nuestra labor. Procede, sin lugar a dudas, un cambio de discurso y de actuación. Procede hacer un llamamiento a la responsabilidad profesional.

Una excelente señal de que algo está cambiado es la existencia de comisiones de bienestar animal dentro de algunos colegios de veterinarios provinciales, aunque haya todavía algunos responsables en nuestros órganos de dirección que no han captado el `concepto´ y que viven en una serie de contradicciones que ya tendrían que estar resueltas. Sin ir demasiado lejos, en el mes de octubre próximo se ha programado la I Conferencia Internacional de Bienestar Animal (en la que, supongo, de tauromaquia nada se hablará) en el colegio de veterinarios de Ciudad Real, el mismo que no ha tenido reparo en otorgar un premio de carácter taurino hace pocas fechas, nada más y nada menos que a la mejor corrida celebrada en su provincia; nada extraño, ya que este tipo de actos se realizan con cierta periodicidad en otros muchos colegios, como el de Granada, Sevilla, Málaga, Cuenca o el de Madrid, que premian la bravura mostrada por los toros y sus características zootécnicas. En boca de uno de los responsables de estos galardones, `se trata de un estímulo para los ganaderos, para que trabajen con la mayor dedicación y rigor en la genética, selección, sanidad, alimentación, y manejo, con el objetivo de conseguir un animal íntegro, que se preste a un espectáculo cada vez de mayor calidad´.

Este último, el colegio de veterinarios de Madrid, y es digno de alabar, ya lleva un par de años premiando también a colectivos y actuaciones que apuestan de forma clara por el bienestar de los animales, aunque de momento lo circunscriba casi exclusivamente a los de compañía. Tampoco podía faltar, claro, el premio que concede el Consejo General de Colegios de Veterinarios al mejor toro de la feria de San Isidro, del que ya van XIX ediciones. Afortunadamente ya hay un colegio que decidió eliminar este tipo de galardones hace 7 años, curiosamente el de Valencia. La propuesta fue presentada por una veterinaria de nuestra asociación. De cualquier forma todavía existen eventos profesionales relacionados con el mundo del toro de lidia, como el Congreso Internacional que se celebrará este verano en Toledo o el tradicional Simposio que se programa cada dos años en Zafra. Es evidente que mientras haya espectáculos taurinos con estos animales como protagonistas, existirán este tipo de eventos y seguirá habiéndolos cuando el toro deje de ser el animal maltratado legalmente, porque habrá que seguir cuidando de él, pero no se hablará en ellos de puyas retráctiles, de puntillas de perno cautivo, o de modificaciones a los reglamentos para hacer de los festejos algo `más acorde´con el siglo XXI.

Como cabe aquí, y hoy toca decirlo casi todo, AVATMA también fue premiada por su labor en el año 2014, y lo fue por la APDDA en un acto que se celebró en el Congreso de los Diputados, y que, por qué no decirlo, fue silenciado por los órganos que rigen nuestra profesión, salvo alguna excepción, que la hubo. Resulta frustrante que esto sea así, cuando siempre se nos ha explicado, tras presentar nuestras reivindicaciones, que los colegios de veterinarios se deben a todos sus colegiados y a sus diferentes formas de ver y sentir la profesión. El que un veterinario, en este caso yo, expusiera la posición de un gran número de compañeros en el Parlamento de Cataluña, en el Congreso de los Diputados, en el Parlamento Europeo y en la Asamblea de Lisboa, tampoco mereció su atención. La razón, más que evidente: cuestioné la tauromaquia y el maltrato que ésta genera sobre miles de animales de raza de lidia, no sólo en los festejos taurinos, sino en las mismas ganaderías en las que se crían y seleccionan, y sobre lo que nuestra asociación ya ha elaborado los informes oportunos llevándolos al Parlamento Europeo.

Por tanto, resulta de todo punto inaceptable que se justifique la presencia de veterinarios en festejos taurinos para `garantizar el bienestar de los animales´. ¿Qué bienestar? ¿El de su transporte en el que pueden perder hasta un 3,8% de su peso? ¿El de pasar horas en la oscuridad y la soledad de un chiquero antes de salir al ruedo para recibir el castigo adecuado según especifican los reglamentos? ¿El bienestar de sentir cómo les destrozan física y emocionalmente? ¿El bienestar de sentir cómo les seccionan sus músculos, nervios, tendones, ligamentos, vasos sanguíneos y nervios? ¿El de provocarles una importante pérdida de sangre? ¿El de sentirse agotados hasta que el diestro decide clavar el estoque, seccionando sus bronquios y pulmones, provocándoles una profusa hemorragia en su cavidad torácica con la correspondiente y lenta asfixia? ¿El de padecer lo que padecen cuando les cortan su médula espinal y destrozan su bulbo raquídeo? ¿El bienestar de su castigo? ¿Dónde están en la lidia de un toro, y en general en un festejo taurino, las cinco libertades, los cinco principios básicos del bienestar animal: libres de hambre y de sed, libres de dolor, lesiones o enfermedades, libres de incomodidades físicas o térmicas, libres de miedo y angustia, libres de expresar las pautas propias de su comportamiento? No están porque no existen y no se las espera.

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Camión de transporte de novillos de lidia a su llegada a una plaza portátil. Villanueva de la Cañada (Madrid).
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Puertas de los chiqueros en una plaza de tercera categoría. Santoña (Cantabria)

 

 

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Interior de un chiquero en el que es encerrado el toro en soledad durante varias horas antes de ser lidiado. Sin agua, sin comida, y sin luz. Plaza de toros de Santoña (Cantabria)
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Espera en una plaza portátil en la que no hay chiqueros (Villanueva de la Cañada (Madrid).

 

El enorme sufrimiento de estos animales lo hemos explicado en numerosas ocasiones desde nuestra asociación en sedes parlamentarias (1, y 2), en escritos, en conferencias, pero si de alguna manera puede ser resumido parcialmente, valga este texto, publicado en su momento en una página de veterinarios taurinos, que describe cómo salió de la plaza un toro de nombre `Ingrato´, indultado por José Tomás, en Nimes (Francia). Digo indultado, así que, no sufrió ni la estocada, ni el descabello, ni fue apuntillado:

Perdió 50 kilos durante la lidia (10-12 minutos). Salió de la arena con 43º C de temperatura. Tenía otra mirada al salir de la plaza, seguramente por el miedo que había pasado. Los dos puyazos le abrieron dos trayectos: uno de 35 cm y otro de 22 cm. Las banderillas le abrieron 6 trayectos de 10 cm. Tenía una herida de 12 cm debida a la divisa. Salió de la plaza angustiado, sangrando, aturdido, tembloroso, fatigado, desconcertado, deshidratado. Las 15 horas de viaje a la ganadería le hicieron perder otros 20 kilos.

Orgullosos deben de estar los veterinarios de haber certificado, antes de su lidia, que un torero y sus subalternos podían destrozar a `Ingrato´, porque estaba íntegro y tenía el trapío exigido, para luego celebrar que otros, también veterinarios, fueron capaces de recuperarle de tan tremendo castigo salvándole la vida. ¿Hay algo más absurdo por no decir irresponsable?

En este vídeo puedes ver a una veterinaria de ganaderías de lidia desarrollando este tipo de trabajo.

Otro indulto sonado y soñado fue el de `Idílico´ en la Monumental de Barcelona, en la última corrida que se celebró en ese coso taurino en el año 2008. Un gesto de cara a la galería, otro `brindis al sol´. Este toro no corrió la misma suerte que el indultado en Francia, ya que, según su ganadero, murió un año después de su lidia: `La causa ha sido una paratuberculosis secundaria a una disminución de defensas provocada por el stress de la lidia de la que no se llegó a recuperar totalmente´. `Pitito´, `Tirano´ o `Villancico´, también son ejemplos, entre otros muchos, de indultados que murieron a los pocos días de volver a sus ganaderías, tras cumplir en la arena con las expectativas depositadas en ellos, para lo que fueron criados y seleccionados, con el permiso expreso de los veterinarios que les dieron el visto bueno en los reconocimientos previos a sus lidias.

Hace pocos días, y en una entrevista que publicaba la `Revista de redacción médica´ el presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios de España, decía: `la veterinaria y el toreo no son incompatibles´. Cuando el periodista le pregunta si es incongruente combinar el toreo y la veterinaria… , responde:

`No necesariamente. En el sector veterinario y en las propias facultades tenemos taurinos y antitaurinos. Para nosotros, es una actividad profesional, ya que tenemos una posición habitual en las corridas de toros, asesorando al presidente a la hora de valorar las características del animal, así como en el trabajo ganadero de reses bravas, a quienes se les cuida como a un bovino normal. Dentro de esto hay a quienes les gustan los toros, a los que no y a quienes les da igual, como en la misma ciudadanía´.

Poco o nada se compromete nuestro presidente con esta respuesta, huyendo de lo que realmente importa. Resulta evidente que mientras exista el toro de lidia, habrá veterinarios que se dediquen a su cuidado en las ganaderías, a prevenir y curar las patologías que les puedan aquejar e incluso y como hemos visto, a tratar de salvar sus vidas si se da el caso de que hayan sido indultados. Otra cosa es su presencia en esos espectáculos crueles y cruentos, y lo más importante, otra cosa es ser espectador directo de su maltrato desde una barrera personalizada, en la que pone `veterinarios´ y firmar los `salvoconductos´ necesarios para autorizar su calvario, y todavía peor es que, estando en la plaza, no estén obligados a atender en primera instancia a un animal herido que ha sido indultado. Digo yo que ya que están, y mientras estén…

Cuando se le pregunta por el tren que debe tomar nuestra profesión, nuestro presidente apuesta por la alta velocidad, pero con paradas para reflexionar, de forma que podamos posicionarnos ante los cambios que aparecen con gran rapidez dentro de nuestro sector. Resulta evidente que su propuesta es la más adecuada a las expectativas que la sociedad nos reclama, pero el peligro está en que, esas paradas a las que hace alusión, y en determinados temas, se están haciendo demasiado largas e incluso, parece, que la estación que corresponde al debate tauromaquia-veterinarios no está, de momento, en el itinerario que le ha marcado a su AVE. Yo le diría que esa estación debe ponerla en su recorrido, que debe ser el de todos los veterinarios, porque su tren es también el de los 445 de AVATMA, que llevan años esperando en ese andén y el de otros muchos que en silencio piensan como nosotros. Que no se preocupe, que el precio del billete no será demasiado caro por añadir esta nueva estación.

Evidentemente en nuestro sector, como ocurre entre la ciudadanía, hay taurinos, antitaurinos e indiferentes, pero nosotros somos veterinarios, profesionales de la salud y el bienestar animal, con todo lo que esto significa, una profesión que toca dignificar aún más, y sacar de las innumerables contradicciones que la aquejan. Los ciudadanos, los que no son veterinarios, no tienen las exigencias, los conocimientos, y responsabilidades que nos plantea nuestro código deontológico con respecto a los animales y en esa declaración de intenciones, adecuadamente interpretada, queda perfectamente reflejada la incompatibilidad de nuestra profesión con nuestra participación en espectáculos crueles y cruentos. En ese texto se habla de establecer unos principios éticos interpretando el común sentir de los profesionales y de la sociedad a la que va dirigido su trabajo; también se habla de conciencia ética-profesional; de la salvaguarda de la vida, la salud, la dignidad y el bienestar animal. En el punto 2 de su artículo número 6, se dice: `el veterinario no deberá menospreciar el respeto que les debe a sus pacientes, ni les procurará maltrato alguno, evitando por todos los medios -incluida la denuncia a la autoridad administrativa competente-, que los propietarios de los clientes los maltraten, procurando los medios necesarios para protegerlos de las conductas castigadas por la normativa vigente sobre protección animal´. Y ya sé que lo de las normativas vigentes es el escudo protector del que muchos veterinarios echan mano para no afrontar de forma rigurosa el debate, o lo que es lo mismo, y me permito una licencia taurina, para no coger al toro por los cuernos.

Tengo la sensación de que algunos no han hecho los deberes al respecto o de que las consideraciones anteriormente apuntadas se aplican según el cliente que se tome en consideración y de quién sea su propietario. Debe ser, como me dijo en una ocasión el vicepresidente de uno de nuestros colegios de veterinarios, que `la tauromaquia va por otro lado en lo que respecta al bienestar animal y a nuestra labor profesional´. ¿Hay dos lados según el animal del que tratemos? ¿Podemos dejar a algunos bóvidos fuera del debate? ¿Podemos justificar este maltrato legal en base a que hay una raza cuya selección y crianza se sustenta sobre su castigo regulado y reglamentado? Sólo cabe una respuesta: ¡no!

Nuestro código deontológico reconoce la existencia de festejos o de espectáculos tradicionales que conllevan dolor, tortura, mutilación o muerte innecesaria de los animales, aunque estén amparados por la legislación vigente; actividades en las que podemos negarnos a intervenir en razón de nuestras convicciones y de la deontología profesional. La pregunta es: ¿Podemos elegir? ¿Debemos elegir? ¿No es más lógico imponernos, todos, una reflexión profunda sobre estos aspectos, sabiendo que no cabe justificación alguna para que participemos en la crueldad que se ejerce sobre estos animales en todas y cada una de las manifestaciones en las que son utilizados? Del `no necesariamente´ es hora de pasar al `sí necesariamente´ con respecto a la incongruencia a la que se refería el periodista. ¿No es la tauromaquia de otro tiempo? En qué quedamos…

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Así sale el toro a la arena de la plaza
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Así acaba el mismo toro tras su lidia

 

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El argumento que le faltaba al sector taurino aparece en el año 2007: `El toro no sufre´

 

¿Cómo es posible que desde los órganos colegiados de nuestra profesión se haya tolerado, desde hace ya unos cuantos años, la justificación de la tauromaquia y en concreto de las lidias de toros, en base a una hipótesis que infravalora el dolor que se les provoca a estos animales y que pretende demostrar su perfecta adaptación a su maltrato?.

Hipótesis lanzada desde una instancia académica y que ha dado lugar a dos tesis doctorales 1, 2, que pasaron por las manos de los correspondientes tribunales de calificación y que tuvieron su visto bueno. Desde AVATMA ya han tenido ambas tesis la merecida respuesta en forma de informes técnicos amparados en una amplísima bibliografía científica: 1, 2, 3 ¿Tendremos que seguir soportando el silencio `administrativo´? ¿Tendremos que ser los veterinarios que abogamos por la abolición de los espectáculos taurinos y del maltrato animal, los que denunciemos este tipo de atropellos al rigor científico más elemental, que es al que nos debemos, ante las mismas instancias que lo han permitido? Me temo que no vamos a tener más remedio.

CONCLUSIONES

Como ves, querido lector, la veterinaria en la España del siglo XXI tiene muchos retos y muchas asignaturas pendientes para alcanzar el grado de excelencia que todos queremos. Y no me refiero a la excelencia en el grado de nuestros conocimientos y de los medios que tenemos para aplicarlos, en lo que somos uno de los países punteros en el panorama mundial, sino más bien en lo que se refiere a lo que he querido reflejar en este texto, a nuestra consideración moral por determinados animales y a la adecuación hacía ellos de la ética de nuestros actos como garantes de su salud y de su bienestar. Nuestra responsabilidad dependerá en gran medida de vuestras exigencias y de vuestras consideraciones, es decir, de lo que la sociedad nos demande, siempre que lo haga entendiendo lo que somos y a lo que nos debemos, a vuestra salud y la de ellos. El maltrato animal es una lacra y como veterinario soy consciente de que determinadas manifestaciones, que algunos han conceptuado como artísticas y culturales, en base a tradiciones obsoletas, son la justificación a muchas otras, que son incongruentes e incompatibles con nuestra labor profesional. Ningún veterinario puede verse indultado de sus obligaciones o lo que es lo mismo, ninguno puede eximirse de sus responsabilidades, que pasan por el respeto a sus pacientes y por salvaguardar su vida, su salud, su dignidad y su bienestar, el de todos ellos, sin excepciones.

Y no olvides que ver maltratar a un animal en un espectáculo taurino irá gravado con un 10% de IVA, mientras que preocuparte de su salud lo está con un 21%. #TauroIVA.

En este enlace puedes firmar por la rebaja del IVA veterinario.

Listado de clínicas veterinarias en las que encontrarás veterinarios en contra del maltrato animal sin excepciones.

Dado que el futuro de nuestra profesión pasa por los que hoy en día estudian veterinaria en las diversas facultades que hay en España, en próximas fechas dedicaremos una entrada en nuestra página a desmentir que la tauromaquia es una salida profesional para ellos, que al parecer es lo que les cuentan algunos profesores y es lo que lleva a algunos de ellos, pocos, a defenderla.

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El titular no se ajusta a la realidad en cuanto a «el presidente de los veterinarios taurinos».

 

José Enrique Zaldívar Laguía.

Presidente de AVATMA.

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