Perros condenados a cadena perpetua.

Miles y miles de perros son condenados injustamente a cadena perpetua -¿acaso no es este el más estricto sentido de la expresión?- bien por una arraigada tradición cultural, bien por una sencilla solución a la incomodidad que causan aquellos cachorros que alguien alojó en sus viviendas, fincas o industrias.

Miles de «los mejores amigos del hombre» ven pasar toda la vida ante sus ojos desde un microuniverso de tamaño proporcional al número de eslabones que componen la cadena que los priva del básico derecho a moverse y socializarse.

Muchos de ellos tratan durante años de liberarse de ese injusto yugo, lacerándose el cuello en un compulsivo y vano intento de huir. Muchos no sabrían qué hacer si su deseo de romper esa cadena se materializase, ya que han perdido su esencia animal, su instinto y su ilusión. No sabrían a dónde ni cómo correr, pues nunca han sido libres de hacerlo. Pese a todo, muchos reciben a sus dueños cada mañana con gestos de cariño y alegría que, por lo general, no son correspondidos, quizá intentando de forma innata que su amo los suelte o tan solo les dedique la caricia o la fugaz mirada que nunca recibieron.

Vidas aparcadas, vidas inútiles que pasarán por este mundo sin la opción de desarrollarse como los seres para los que la naturaleza los concibió. Seres capaces de sentir, cuya única distracción es ladrar de forma paroxística a cualquiera que pase, engullir la espartana e invariable ración diaria de comida arrojada entre sus deposiciones o tratar de saciar su sed con lo que pretende considerarse agua, cuando la tienen.

Ver pasar los días, semanas y estaciones y soportar las inclemencias añorando el lejano y fugaz tiempo en que fueron felices con su familia o las de sus amos y captores. Seres que contemplan corretear y vivir felices a otros congéneres suyos al otro lado de ese infranqueable muro sin comprender por qué extraño pecado les ha sido a ellos impuesta tal condena: la cadena perpetua. Elemento férreo imperturbable al paso del tiempo y único testigo de su juventud, su muerte y su fútil existencia; efectiva herramienta de opresión usada por el hombre desde que dejó de ser animal. Antónimo de libertad. Cadena perpetua, injusta y cruel, en cuyo extremo se verá apresado para siempre otro infeliz cachorro cuando el actual inquilino se canse de vivir o así lo disponga su amo.

Alfonso Bañeres. Veterinario. Vocal de AVATMA en Navarra.

Basati: Grupo Veterinario Permanente para la Atención de los Animales Desprotegidos.